España: nueva etapa

El vendaval de la crisis mundial y, sobre todo, europea está afectando gravemente no sólo la puesta en práctica de programas políticos sino las bases mismas del correcto funcionamiento democrático.

Cuando en la década de los 80 las ambiciones hegemónicas del Presidente Reagan, auxiliado por la Primer Ministro Thatcher, lograron persuadir a buena parte del mundo desarrollado de la conveniencia de sustituir los principios éticos por las "leyes del mercado", se iniciaba el debilitamiento del Estado-nación, la sustitución del multilateralismo propio de las Naciones Unidas por grupos plutocráticos (G6, G7, G8, G20) compuestos por los países más prósperos de la tierra, y el proceso de deslocalización, con insaciable codicia, de una parte notable de la producción,... fueron muy pocos los que alertaron sobre las consecuencias de hondo calado que podrían derivarse de estas modificaciones esenciales de la gobernación mundial.

Las "burbujas" en telecomunicaciones (1993) e inmobiliaria (2007) y los altibajos económicos correspondientes, desembocaron en una crisis múltiple (ética, democrática, política, alimenticia, medioambiental, financiera...) que se ha abordado, erróneamente, con los mismos supuestos y modalidades de acción que habían conducido a la debacle. El "rescate" de las instituciones financiera animado por el Presidente G. Bush a través del G20 dio nuevos ímpetus a los "rescatados" y empobreció a los "rescatadores".

En lugar de procurar una re-invención eficaz del multilateralismo y restablecer los principios éticos y los derechos humanos como referentes para la acción política, se siguió, particularmente en "Occidente", el diseño neoliberal y el "gran dominio" (militar, financiero, mediático y petrolero) fue retomando las riendas del sistema con el fin de recuperar la fuerza de la dolar-zona en relación a la euro-zona y, a continuación, a la del yuan.

Después de un acoso inclemente a los países más frágiles (por sus comportamientos financieros y "burbujas") han logrado rápidos cambios políticos (incluso en casos como el de Irlanda, hasta hace bien poco considerado "modelo" en las Escuelas de Economía), si bien al principio (Irlanda, Reino Unido, Portugal...) tenían lugar a marchas forzadas pero dentro de los procedimientos democráticos. En España obligaron a unos cambios profundos en el programa del gobierno... que han permitido escapar, hasta ahora, del "rescate" y de las tormentas que han arrasado a Grecia e Italia, cuyos parlamentos y gobiernos han sido eliminados y remoldeados a gusto y placer de los mercados.

Todo esto es de una enorme gravedad y requiere rápidas y contundentes respuestas de la Unión Europea.

Sin embargo, incapaz de reaccionar, la UE ha seguido manteniendo estructuras y procedimientos que, en lugar de fortalecerla, han acrecentado su debilidad, poniéndola a merced de las agencias de calificación y de las más audaces prácticas especulativas... al tiempo que, ahora, los Estados Unidos giran su atención hacia Asia y el Pacífico buscando nuevas alianzas con los grandes países emergentes, América Latina incluido.

Como advirtió Robert Schumann en 1950, Europa debería utilizar "su gran capacidad creadora" en lugar de someterse a normas y pautas de acción económicas y políticas devenidas anacrónicas. Hay que inventar el futuro, hay que, de una vez, abandonar las estrategias que han conducido a un mundo de 7.000 millones de seres humanos donde sólo un 20% viven en el barrio próspero y los demás, en un gradiente progresivo de necesidades básicas inaccesibles, alcanzan límites de extrema pobreza y la muerte por inanición.

Para mí es una auténtica "obsesión de conciencia", como hecho que refleja el inmenso fracaso de la "globalización neoliberal", que cada día se invierten en armas y gastos militares 4.000 millones de dólares al tiempo que mueren de hambre más de 60.000 personas. No me cansaré de repetirlo. No deberíamos nadie cansarnos de repetirlo y tenerlo presente en nuestra mente para orientar el comportamiento cotidiano.

El pueblo español ha dado ayer una victoria indiscutible al Partido Popular, cuyos enfervorizados y compactos partidarios han apoyado el cambio frente a un Partido Socialista que, por las heridas del acoso o por el desencanto de muchos que se han abstenido o ingresado en otras fuerzas de la izquierda, ha experimentado un gran descalabro. Se recuperará gracias a los mismos valores que ahora, al haber tenido que prescindir de alguno de ellos frente al ataque de los mercados, lo han hundido.

He de destacar con satisfacción que la jornada de elecciones ha sido ejemplarmente tranquila y que, por primera vez, no se ha desarrollado bajo la inquietante sombra de ETA.

Hace años escribí que las elecciones son un aspecto muy importante de las democracias pero que no sólo debemos atenernos a los estrictos resultados de las urnas sino a que las acciones políticas de los gobernantes elegidos reflejen permanentemente la "voz del pueblo".

De otro modo, hemos sido contados (tantos a favor, tantos en contra)... pero no contamos como ciudadanos, no somos tenidos en cuenta después. Por eso hay que reiterar la extraordinaria importancia que tiene en estos momentos la participación no presencial. Debemos escuchar atentamente las propuestas y puntos de vista de todos los ciudadanos que, pacíficamente, como es el caso del 15-M, ofrecen sus puntos de vista. El ciberespacio será, en los próximos meses y años, un espacio clave para el fortalecimiento o la discontinuidad de la gobernación democrática. Antes carecíamos de esta "voz alta y clara" a quienes, súbditos ayer, son hoy ya ciudadanos plenos.

Ciudadanos que reclaman, con toda la razón, una reforma electoral; el nombramiento de los miembros de los tribunales de justicia "sin adherencias" ideológicas; la transparencia bancaria y eliminación de los paraísos fiscales; etc, etc.

Está claro, clarísimo, que los problemas acuciantes que vive nuestro país no se resolverán localmente sino, en un gran porcentaje, en el marco de la Unión Europea, carente hasta este momento del liderazgo apropiado. Ya he mencionado en repetidas ocasiones la apremiante necesidad de establecer un sistema de seguridad autónomo, con una reducción muy considerable del gasto militar, empezando por dejar de adquirir artefactos bélicos que corresponden ya a confrontaciones pretéritas; la federación fiscal, con la emisión de eurobonos, ya que tanto los EE.UU. como el Reino Unido pueden "emitir" cantidades importantes, como han hecho recientemente, para incentivos a la innovación, mientras que en Europa tenemos que seguir puntualmente pautas de austeridad que, por sí solas, no permitirán el crecimiento y la creación de empleo; transparencia bancaria y, especialmente importante en estos momentos, el restablecimiento de los principios democráticos que han caracterizado a Occidente, no como modelo o estructura democrática sino como valores de alcance universal. Del mismo modo que de esta manera se establecería el funcionamiento democrático a escala local, debería impulsarse la refundación de las Naciones Unidas a escala mundial.

Sin esta “activación” europea, el nuevo gobierno, tan ampliamente respaldado, no podrá solucionar los problemas y, sobre todo, no podrá cumplir su gran apuesta electoral: el empleo, viéndose abocado a recortes sociales inadmisibles.

De otra parte, espero que la responsabilidad del poder modere algunas de las posiciones (ley de dependencia, educación en ciudadanía, etc.) que representan importantes "adquisiciones" del pueblo español, en las que serían inadmisibles retrocesos.

Procuremos, con la colaboración de todos, este nuevo liderazgo que requiere la Unión Europea para resolver buena parte de los problemas de nuestro país. De nuevo, Robert Schumann, nos decía en mayo de 1950 que "Europa no se hará de un golpe, sino por realizaciones concretas, creando primero solidaridades de hechos". "Lo que salva -cita Hugues de Juvenel a Saint-Exupéry en "Futuribles" de este mes- es dar un paso. Y otro... y otro…”.

Sólo así podremos superar estos coletazos finales del poder de los mercados que cambian gobiernos sin elecciones, que someten a sus mismos promotores occidentales... Pero durará poco: los ciudadanos, en muy poco tiempo, no aceptarán que unos pocos países ricos sigan llevando las riendas de su destino. Y la democracia y la política recuperarán la toma de decisiones basadas en los principios éticos que nunca debieron confiar a los "mercados".

Tenemos de nuevo motivos, en esta nueva etapa, para que todos los ciudadanos, sean de la ideología que sean, se sientan implicados e incluso ilusionados por el advenimiento de un mundo en el que la justicia social y la responsabilidades intergeneracionales, como las que afectan al cambio climático, formen parte de la acción política diaria, y podamos olvidarnos pronto de la especulación y desmanes que la humanidad entera está sufriendo estos últimos años.



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