No es tiempo de fiestas electorales

Llegó el día y dentro de algunas horas hablarán las urnas dando cuenta de la voluntad de los españoles para elegir el Gobierno de los próximos cuatro años. Termina hoy un periodo de cinco meses a cargo de un Ejecutivo lastrado por la provisionalidad que significó convocar anticipadamente elecciones generales. La intencionalidad de aquel momento respondía a que los oráculos de la Moncloa habían detectado brotes verdes que podían fructificar, a final de año, proporcionando alentadoras perspectivas electorales.

Desgraciadamente el pronóstico, como otros a lo largo de la legislatura, ha resultado fallido y la situación se ha agravado hasta la consideración de emergencia nacional. El país está a punto de la asfixia por la presión de los mercados, hundimiento de los parámetros económicos, paro, cero de crecimiento, vencimientos de la deuda pública y privada y amenazas desde Bruselas, con intervenciones y multas, si no conseguimos enderezar nuestras cuentas y cumplir con los compromisos comunitarios.

Vamos a cambiar de Gobierno, cualesquiera que sea el resultado y parece muy probable que gane el candidato popular, pero el cambio, siendo necesario, no es suficiente porque los problemas son de tal magnitud que sobrepasan ampliamente la simple alternancia. Quien ocupe la Moncloa se va a encontrar con un escenario dramático, según calificación de los analistas europeos. Nos movemos en el filo de la navaja, un día sí y otro no,  de la intervención al estilo de la aplicada a Italia.

Hace dos siglos, más o menos, los mandamases europeos de la Cuádruple Alianza reunidos en Verona, nos enviaron las tropas, los 100.000 Hijos de San Luis, para restablecer el funesto absolutismo de Fernando VII y poner orden en el país. En los años cincuenta el Banco Mundial puso condiciones y mando a sus ejecutivos para sanear la economía española. Ahora podrían ser algunos “controladores” quienes supervisarían  las cuentas arruinadas por la mala cabeza de nuestros gestores y la avaricia de los mercados.

Esperemos que los ánimos redentores se vayan apaciguando, que el cambio de gobierno añada algunas dosis de confianza y que se imponga el pragmatismo, por que a pesar de nuestros males somos la cuarta economía de la CE y que si nos empujan hasta el precipicio, existe el riesgo de que el derrumbe arrastre a socios calificados.

El INE ha dado sus últimas cifras sobre el “estado de la nación” y Elena Salgado las ha ratificado. Se apunta que el déficit se acerca al 8%, lo que supone una desviación de 25.000 millones de euros para ahora mismo y más de 30.000 millones para 2012.

La aplicación de medidas correctoras, adquiere un nivel de urgencia que casa mal con el protocolo de los tiempos políticos que marca el procedimiento: proclamación de resultados, constitución de las Cortes, llamamiento del Rey a las fuerzas políticas, y nombramiento del Gobierno. Contando fechas casi se llega Navidad y para entonces cualquiera sabe por donde andará la prima de riesgo y el ánimo de los inversores.

Llueven las recomendaciones de acciones inmediatas por el que resulte elegido, pero lo más que puede hacer, de momento, es lanzar mensajes voluntaristas y tender la mano para una colaboración sincera con todas las fuerzas políticas. Rajoy ya ha dicho que si resulta el  mayor votado, la segunda llamada telefónica en la noche del 20N, la primera será para su padre, estará destinada al el jefe de la oposición pidiendo colaboración.

Se impone un nuevo talante, pasar página de rifirrafes y descalificaciones. Los problemas son de tal magnitud que son de difícil solución sin un consenso mayoritario, aunque pudieran ganarse votaciones en sede parlamentaria. Es la hora de los grandes pactos de Estado, que tan poca tradición tienen en el quehacer político de nuestro país.

El esfuerzo conjunto de Gobierno, oposición y agentes sociales, para salir de la crisis, del paro sobre todo, ayudaría al hombre de la calle a recuperar la confianza de que vendrán tiempos mejores a corto o medio plazo.

Desde luego cualesquiera  quien sea el ganador de las urnas , que no tire cohetes, que no reparta espumosos entre sus correligionarios, que la gente está muy indignada con todos y no le apetecen esas fiestas.



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