El inmenso asombro de vivir

Con el mismo embeleso que miramos el cielo protector, nos sugestionan los incalculables misterios del Cosmos. Nos hace insignificantes. Una fútil gota de escarcha.  

Los secretos de nuestros orígenes nos indican que, desde el instante de la creación, cuando recomenzó la luz, el tiempo, y con ello el espacio colmado de hados y planetas, hasta llegar al ser humano, nos seguimos preguntando de dónde venimos, qué somos y hacia dónde marchamos, al ser un condimento del prodigio astral.  

A partir de una pequeña ameba empujada a buscar bacterias para alimentarse y comenzar el ciclo de los primeros organismos multicelulares, surgieron los forjadores de la existencia inconmensurable de la que formamos parte.  

 El planeta Tierra, tal como la conocemos, y sobre ella hoy   la Rusia de Putin amenaza lanzar bombas nucleares de la última generación a desmadre de la guerra contra Ucrania, muestra existencia se sería menguada y, con todo aún así, no desaparecerá totalmente la vida. Varios insectos y escorpiones pueden vivir con una alta tasa de radioactividad.  

Las hormigas tan insignificantes antes nuestra mirada, han poblado la tierra durante millones de años. Los humanos, solamente cien mil generaciones.  

 Es cierto. Ellas apenas han evolucionado en toda esa inmensidad de existencia. Nosotros, seres pensantes, hemos experimentado la evolución más compleja y progresiva. Somos la primera especie que se ha convertido en una fuerza geofísica, al alterar y demoler ecosistemas y perturbar el clima que nos mantiene dinámicos.  

 Y con todo, si desapareciera la humanidad, se recuperaría de nuevo la savia sobre el planeta y de nosotros no quedaría ni una brizna. Somos frágiles, pero actuamos con la prepotencia de lo eterno.  

Amplios grupo ecologistas les pide a los gobiernos una reducción drástica del C02 a la atmósfera; prohibir la exportación de los residuos tóxicos y de las tecnologías contaminantes; abordar las causas reales de la destrucción de los bosques, y establecer el abandono progresivo de la energía nuclear. Nadie parece escuchar ese gravísimo SOS. 

 Nuestra Tierra se halla enferma, pero aún   no muerta al completo.  Ella, a lo largo de su existencia, ha soportado todo tipo de calamidades moribundas, y aún así, sigue ahí, combatiendo contra los elementos que forman parte de su presencia vital.  Y ahora, nos llega la necesaria y urgente interpelación que debemos hacernos todos los humanos: ¿Será siempre así? 

Nuestros ojos, más que al suelo, observan la misteriosa bóveda celestre, lugar en que los dioses del Olimpo depositan las almas humanas, y afloran en ellos nuestras lágrimas de cada día. 

 

rnaranco@hotmail.com 



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