Una nación en descomposición

El problema migratorio creado por Marruecos en Ceuta y Melilla y el gobierno que se va a constituir en Cataluña han puesto de manifiesto las vergüenzas de este lamentable Gobierno que nos toca padecer, plagado de inútiles, cuya nula capacidad de gestión está poniendo en peligro la integridad territorial de nuestro país. 

La crisis migratoria la desencadena la acogida del líder del Frente Polisario –que es un delincuente– en un hospital de Logroño, bajo una identidad falsa, en la creencia de que tal hecho iba a pasar desapercibido para el gobierno alauí, dictatorial y vengativo donde los haya. 

A partir de ahí se desencadena una auténtica invasión de nuestro territorio –como acertadamente la calificó el Presidente de Ceuta– por miles de marroquíes alentados desde dentro con el objeto de causar una crisis diplomática preparatoria de una invasión en toda regla, sin olvidar la crisis sanitaria.

La inutilidad del Ministro del Interior y de su colega la Ministra de Asuntos Exteriores quedó tan patente que, si tuvieran un mínimo de dignidad, ya habrían dimitido.

Pero lo más irritante es que este oprobioso Gobierno nos sorprende ahora con el regalo de treinta millones de euros al Gobierno Marroquí para luchar contra la inmigración ilegal. Encima de cornudos, apaleados. Los buenistas defenderán que es una medida apropiada; para mí, es el pago de un chantaje y una rendición. ¿Estamos locos?

El problema tendría fácil solución si el Presidente de los EE UU se pusiera al teléfono, pero, obviamente, rechaza la interlocución con un gobierno que alberga comunistas.

No es extraño que Sánchez haya sido recibido con insultos a su llegada a Ceuta. Quien siembra vientos…

Deberíamos preguntarnos cómo reaccionarían los ingleses si enviáramos a ocho mil andaluces a invadir Gibraltar. Pues eso.

¿Debería el Gobierno recabar la ayuda del Emérito para mediar ante Mohamed VI?

Lo que pasa en Cataluña no lo podría haber imaginado el más creativo y conspicuo de nuestros grandes novelistas: un gobierno pactado entre un delincuente con permiso carcelario tutelado por otro delincuente fugado y un sujeto que actúa como mandatario de otro delincuente. Además, ambos se conjuran para constituir una Cataluña «republicana». Lo dramático del tema es que el Gobierno de la nación está supeditado a los caprichos de esos mafiosos.

A lo que se ve, Sánchez, mientras medita cómo será España en el año dos mil cincuenta, se mueve bien entre malhechores. 

Para completar el disparate, solo falta que proponga al Rey de Marruecos y a los delincuentes catalanes para el Premio Princesa de Asturias a la Concordia.

Tenemos un gobierno de charlatanes, charlatanos, charlatanas y de cotorras, cotorros, cotorres, víctimas del lenguaje inclusivo y del feminismo, que es urgente cambiar como se cambian los pañales y por las mismas razones. 

 



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