De la riqueza

Tengo la costumbre de leer de vez en cuando algún texto con opiniones que se encuentran en las antípodas de las que mantengo. Lo hago como gimnasia mental y para obligarme a entender otros puntos de vista.

Hace poco cayó en mis manos un opúsculo titulado “La pobreza”, escrito por un miembro del recientemente constituido

Imagen: www.contrainfo.com

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Tea Party asturiano. Pretendía demostrar que la pobreza es el estado natural de la humanidad – él hablaba constantemente del “hombre” – y que ahí volveríamos si no dejábamos que las fuerzas económicas – trabajo, ahorro e inversión – campasen a sus anchas sin la intervención del Estado.

Definir la pobreza como la ausencia de riqueza es como no decir nada, dado que la siguiente pregunta sería: ¿qué es la riqueza?. Coloquialmente entendemos por riqueza la abundancia de bienes materiales, lugar común al que nos ha llevado la lógica capitalista en la que estamos inmersas. Pero hay otras maneras de entender el significado de esa palabra.

Remitiéndose a la Prehistoria, no creo que se pueda decir que nuestros antepasados fueran pobres. Al no existir la acumulación de bienes, no había lugar para el contraste entre pobreza y riqueza. Además, las personas que vivieron en esa época necesitaban dedicar menos tiempo de su jornada a las tareas de supervivencia que actualmente, y tenían más disponibilidad que en la actualidad para otros fines, como reforzar las relaciones comunales y los cuidados personales.

Por otro lado, los datos de incidencia de enfermedades mentales como la depresión en los países ricos ponen en cuestión los beneficios de la riqueza material. ¿Cómo es posible que teniendo tantos bienes materiales a nuestra disposición suframos más que otra gente que, según este criterio, tiene menos que nosotras? El capitalismo nos ha llevado a reducir nuestra concepción del ser humano a lo material, dejando de lado otros aspectos que no son intercambiables en el mercado, como el reconocimiento social genuino, el crecimiento personal y otros.

La siguiente pregunta que deberíamos hacernos es ¿hacia dónde queremos que vaya el barco, es decir, cuál es nuestro objetivo como sociedad? Es ahí donde el autor debería decir claramente que su fin último es la búsqueda de la riqueza material. Ese ha sido el objetivo de la humanidad desde los primeros tiempos históricos, para lo cual ha contado con la inestimable ayuda de una institución creada nada más comenzar la acumulación capitalista: la propiedad privada.

La esclavitud es uno de los orígenes de la riqueza

Imagen: anndreaguelo.blogspot.com

Los orígenes de la acumulación primitiva son oscuros, pero en ello juega un papel importante el expolio. No toda la riqueza es fruto del laborioso trabajo humano. Pensemos en las rapiñas de los ejércitos en sus conquistas, en la esclavitud o en la colonización llevada a cabo por los países ricos. Ese expolio se aplicaba también al medio natural, pero con el inicio de la era industrial se extendió a otros recursos que tardaron millones de años en formarse, como el carbón y el petróleo, sobre los que se construyó la civilización occidental actual.

Afirmar que la pobreza es inevitable y definirla como el estado natural de la humanidad me parece un escándalo en un mundo que genera suficientes recursos para garantizar una vida digna a todas las personas que lo habitan. Lo que impide conseguir este fin es la existencia de la desigualdad, que sí es fruto del sistema capitalista, que busca la reproducción del capital, que ha de estar convenientemente protegido mediante las instituciones de la propiedad privada y el monopolio de la fuerza en manos de policía y ejércitos.

Me gusta pensar en otro mundo en el que las necesidades de todas las personas que lo pueblan estén garantizadas por el Estado. Unas necesidades que no podrán ser las que actualmente fomenta el sistema, al ser de imposible extensión a toda la humanidad por falta de recursos materiales y capacidad de absorción los ecosistemas – piénsese en la contaminación, fruto del supuesto progreso. Para conseguirlo, tenemos que cambiar nuestra forma de relacionarnos en lo material con nuestro entorno y entre las mismas personas. No podemos seguir esquilmando los recursos finitos del planeta y considerando a otros seres humanos como enemigos a batir, puesto que este planteamiento nos lleva a la autodestrucción. Pensemos en la riqueza como algo al alcance de todo el mundo, que tenga carácter multidimensional: emocional, artística, conocimiento personal, etc.

Ojalá que, como decían The Beatles con “all you need is love”, sólo nos hiciera falta amor. Así sería todo más fácil.



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