Debacle en el PP y desencanto nacional

 Rodrigo Rato, nacido rico en Madrid de 1949 e hijo de banquero, licenciado en derecho, master en administración en Berkeley (California) y doctor en política económica, ministro de Economía y ex vicepresidente del Gobierno, ha sido el último artífice encargado de dinamitar el escaso prestigio cosechado por el PP en la presente legislatura,  al haber situado el listón de la sinvergonzonería a un nivel difícilmente superable, y no solo por el volumen de sus presuntas fechorías, evasiones y apropiaciones, sino por lo chocante en un personaje de su categoría intelectual, preparación y conocimientos. Los dirigentes populares ya venían sufriendo desde hace unos meses por el abandono de sus votantes tradicionales tras el resultado de las elecciones europeas, incrementado con todos aquellos que han optado por trasladarse a la formación liderada por Alberto Rivera, Ciudadanos.

     Tras el imprevisto mazazo del caso Rato ya son legión los que opinan que llegaran cadáveres a las próximas elecciones generales. Tal situación, como es lógico, está crispando a varios miles de altos cargos del PP, muchos de los cuales, sin más oficio ni beneficio que su puesto en la política y careciendo de empresa en excedencia  ni despacho al que regresar, irremediablemente pasaran a incrementar el colectivo de desempleados, con la consiguiente desesperación personal y la de sus familias, cambiando del reconocimiento y la abundancia a ser totalmente ignorados y sin recursos.

     A este paso, cuando  lo único que prospera es el desprecio y la desafección hacia la clase política, a cada ciudadano que acuda el 24 de mayo a una mesa electoral para ejercer su derecho a votar en municipales y autonómicas, habría que otorgarle una condecoración o diploma como reconocimiento a su valor, mérito e inocencia. Nunca hasta ahora los españoles están demostrando tan escaso interés y desencanto por unas votaciones que no ofrecen la más minima credibilidad, tanto por la calidad de los partidos concurrentes, como por la escasa confianza en los candidatos que figuran en las respectivas listas.

     En cuanto a las generales, lo que les espera a miembros del Gobierno y cuadros del partido, no  es una simple derrota sino todo un cataclismo del que no levantarán cabeza en años. No olvidemos que Rato en su momento gozó de un prestigio alcanzado por escasos políticos en España, entre los que cabría destacar a Adolfo Suárez (UCD), José María Aznar (PP) y Felipe González (PSOE), de ahí que el castigo en votos guardará la misma proporción pero en sentido contrario al admirado Rato.

     A lo largo de estos últimos tres años se ha venido practicando una política artificial, de cartón piedra, tapando agujeros y acusándose los partidos unos a otros de sus respectivas corrupciones y dosis de porquería, siendo siempre los mismos los que continúan intercambiándose favores, influencias y dinero entre ellos, variando cíclicamente los métodos,  sofisticándolos y adaptándolos a la realidad vigente pero sin que se modifique un ápice el resultado final, es decir, que el enriquecimiento y disfrute siempre beneficie a los mismos, aunque ocasionalmente el sistema exija el cortarle, metafóricamente, la cabeza a alguno de ellos, que tras pagar su pena en la trena durante un breve espacio de tiempo, recuperará su fortuna y a disfrutar de lo usurpado

     El PP se ha convertido en un partido de inseguros y temerosos en el que nadie se fía de nadie y sin saber quien y cuando te asestará el navajazo, moverá la silla o simplemente serás cesado, circunstancias que están provocando que el votante se encuentre desnortado, desconfiado e incrédulo, sin saber a quien entregar su sufragio, barruntándose que lo ocurrido no quedará solo en el escándalo protagonizado por Rato, sino que aparecerán otros episodios igualmente deleznables que incrementarán el descrédito padecido y merecido por los populares.

     Hasta ahora y desde la transición, políticamente nos hemos regido por la marca azul-rojo (bipartidismo PP-PSOE) durante tres largas décadas, pero a partir del presente 2015, en cuanto a la composición del Gobierno se refiere y originado por la incorporación de dos nuevos partidos y colores, anaranjado y morado (Ciudadanos y Podemos), todo cambiará y se pondrá fin al mencionado bipartidismo alternante, dando entrada a un nuevo ciclo cargado de dudas para aproximarnos a un posible daltonismo político, cargado de confusión, inexperiencia e improvisación. Por su parte, socialistas y populares hará todo lo posible para no ser desplazados de los círculos de poder, que en definitiva es lo único que verdaderamente ocupa y preocupa a la clase política.



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