Aquél Domingo de Ramos

Con sencillez, en un asno entra Jesús en Jerusalén, mientras centenares de entusiastas tienden sus mantos por tierra, y los niños le aclaman al grito de "Hosanna". Y Jesús por primera vez tolera los aplausos de unas gentes llenas de esperanza, pero que no tienen claro que es lo que esperan. Pocos entienden su misión y su salvación. Y esos gritos de entusiasmo, dentro de pocos días se convertirán en gritos de condena a muerte.

El asno y la cruz serán dos signos que nos recuerden a sus seguidores, que Jesús ha venido a servir, a dar la vida. No importa el estrado, ni las circunstancias, a él lo que le importa es servir, dándose a los demás. Y esa es la historia de su vida.

Sin la cruz quedaría sin luz, un paisaje importante de la vida humana:  el paisaje del dolor. Gracias a la pasión de Cristo, cualquier sufrimiento pequeño y oscuro tienen sentido y valor. "Toda la ciudad se conmovió", dice el evangelio de Mateo. Eso te deseo yo, que te conmuevas contemplando la pasión de Cris



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