Obama y Gila

Ninguna originalidad supone comparar a Obama con Gila. Muchos otros lo han hecho ya. Pero no he resistido la tentación de plagiar para, como decía Montaigne, “esmaltar y apuntalar mi andamio argumental”.

 

-          Cocodrilo amarillo llamando a cacatúa verde.

-          ¿Es la guerra? Que se ponga.

-          ¿Guerra? Verás, ¿podríais parar unos días? Es que me he quedado sin apoyos y de momento no puedo bombardearos.

-          No te preocupes, cocodrilo amarillo, aprovecharemos ese tiempo para masacrar a los rebeldes y cambiar la ubicación de nuestro arsenal. Gracias por avisar.

-          De nada: yes we can.

 

¿A quién no le viene a la mente este recreado diálogo de humor fácil con el que nuestro añorado Gila tuvo el acierto de convertir un hecho dramático –la guerra- en algo divertido y sarcástico?

El ansia del todopoderoso Presidente americano –Nobel de la Paz, no lo olvidemos- de afianzar su mando en plaza –la plaza es el universo entero- le ha jugado una mala pasada.

En la confianza de que iba a contar con el apoyo de sus fieles aliados los ingleses se precipitó a anunciar un bombardeo que parece que finalmente no se ejecutará.

Algo similar le ocurrió al Premier británico Cameron, al que el Parlamento infligió una severa corrección.

No entiendo mucho de política internacional, y menos si se trata de Oriente Medio, pero hay un dato incuestionable: aquellos países en los que se derrocó al dictador pasan por momentos críticos al borde de la guerra civil.

Escribía Octavio Paz en “Tiempo nublado” que “a medida que pasan los años, veo con más simpatía las revueltas que la revolución”.

Obama debe aprender de Bobbio cuando afirma que “el don de hablar bien y el de callarse a tiempo son las dos cualidades más altas del político”.

 

 



Dejar un comentario

captcha