El montaje organizado en las últimas horas para tratar de responsabilizar a la enfermera contagiada de ébola de haber provocado su propia infección demuestra la bajeza moral a la que pueden llegar algunos políticos, como el consejero de Sanidad del Gobierno popular de Madrid, y determinados medios a su servicio, como es el caso de la TV de los obispos españoles, que esta noche se lanzó a deguello sobre la enferma en cuarentena dando por echo el fallo humano de la contagiada.

El consejero de Sanidad, acusando a la enferma de mentir, para añadir a continuación que tal aserto era invención suya, el médico que corrió a lanzar la acusación, al parecer tras interrogar machaconamente durante horas a la enferma, que él mismo reconoce, según la nota de EFE, que "estaba confusa" en ese momento, y los informadores que dan como hecho cierto una mera hipótesis, no sólo no contribuyen a tranquilizar a la población con su machacón relato que, como popularmente se dice, no tiene un pase. Por contra, acentúan la sospecha, basada --aquí sí-- en contundente documentación probatoria, de que la cadena de errores, decisiones desacertadas al cerrar los únicos centros con capacidad para tratar este tipo de infecciones y general desprecio a la calidad sanitaria en el sistema público, son una realidad que se quiere tapar a cualquier coste, aunque sea el de criminalizar a una abnegada profesional que se puso en riesgo vital en cumplimiento de su deber, cabe que incluso obligada.

La indignación entre los profesionales de la enfermería y buena parte de la sociedad ya está respondiendo a la campaña 'culpemos a la enferma', que sin duda se volverá contra sus instigadores.