Óliver Díaz abre el ciclo «Música y guerra»

Óliver Díaz abre el ciclo «Música y guerra»

 

El maestro ovetense dirige hoy y mañana en Asturias la «Historia de un soldado» del compositor ruso Ígor Stravinsky

 

 

Redacción.- Invitado por la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, Óliver Díaz se pone al frente del concierto inaugural del ciclo «Música y guerra», un proyecto social que la orquesta llevará a cabo durante la temporada que acaba de dar comienzo y que cuenta con el patrocinio de la entidad financiera Cajastur.

Bajo el epígrafe «Una historia de superación» y la propuesta desarrollada por el musicólogo Gustavo Moral, el director asturiano dirigirá dos funciones de «Historia de un soldado», de Igor Stravinsky, en la que interviene una sección de cámara de la OSPA formada por siete músicos y un grupo de internas pertenecientes a la unidad terapéutica y educativa del centro penitenciario de Villabona, donde tendrá lugar el primer concierto a las cinco de la tarde de hoy.

Serán precisamente las reclusas quienes se encarguen de dar vida a los tres personajes centrales de la obra –el narrador, el soldado y el diablo? así como de desplegar una interesante coreografía.

La segunda entrega, abierta al público, se celebrará mañana jueves, 31 de octubre, en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo y dará comienzo a las ocho de la tarde.

 

El mito de Fausto

 

«Historia de un soldado» narra la peripecia vital de un miliciano que vende su alma al diablo y se inspira en relato rusos, con texto del helvético Charles Ferdinand Ramuz. Se estrenó el 28 de septiembre de 1918 en Lausana, Suiza, adonde Stravinsky se había trasladado al estallar la I Guerra Mundial, y fue dirigida por el maestro de aquel país Ernest Ansermet.

La primera representación en España de esta obra creada «para ser leída, tocada y bailada en dos partes», tal como reza al comienzo de la partitura, tuvo lugar en Barcelona el 28 de abril de 1935. Fue conducida personalmente por el autor y hubo división de opiniones por parte del público.

Cuenta Jaime Nogales Bello, en el número 528 que la revista Ritmo dedicó al centenario del nacimiento del compositor, que la primera interpretación catalana vino precedida de «ensayos abrumadores e ingratos» debido a que las primeras lecturas «suponían para los ejecutantes de entonces verdaderos jeroglíficos». Y añade que «concurrentes a aquellos ensayos refieren que Stravinsky, a la hora en punto fijada para ellos, como movido por un resorte, se despojaba de un aparatoso abrigo de pieles, americana y chaleco, para quedarse en mangas de “sueter” y, así, lograba su característica agilidad personal».

 

En opinión de Arturo Reverter, la «Historia de un soldado» supone el «rompimiento definitivo de Stravinsky con la escuela orquestal rusa, y ello a pesar, como se dice, de que se utilizan en ella elementos folklóricos. La propia configuración de la pequeña orquesta (probablemente por la necesidad que imponía la escasez del momento histórico que se vivía) es verdaderamente original: violín, contrabajo, clarinete, fagot, corneta, trombón y un conjunto de instrumentos de percusión en labores solistas. La obra se divide en dos partes y seis escenas, con once números musicales, algunos de los cuales son repetidos. Su variedad y carácter ?no siempre ajustados dramáticamente a lo que se cuenta? es muy grande: un tango, un vals, un “ragtime”, una canción triunfal, tres marchas, un gran coral, etc. Ocho de estos números fueron reunidos por el compositor en una suite. Características fundamentales de esta obra son su notable asimetría rítmica (sucesiones de ritmos distintos en muy pocos compases) y la inteligencia en el manejo de la interválica».

 

Sin embargo, para Óliver Díaz «la ruptura con los elementos característicos no es en absoluto radical. El violín, como símbolo del alma del soldado, y los juegos de naipes, presentes también en la obra, son recurrentes en el estilo ruso». Algo semejante sucede con la orquestación porque «a pesar de reducir el número de instrumentos por los imperativos económicos de la época, mantiene los más representativos del viento metal (trombón y trompeta), de la madera (clarinete y fagot), los extremos de la cuerda (violín y contrabajo) y una respetable gama de percusión».

 

 

El genio musical del siglo XX

 

Ígor Stravinsky ha pasado a la historia como uno de los músicos más influyentes e innovadores del siglo XX. El autor de los ballets «El pájaro de fuego», «Petrushka» y «La consagración de la primavera», todos por encargo del empresario Serguéi Diáguilev, donde reinan la politonalidad, los tiempos asimétricos y los ritmos explosivos, acabó bebiendo de Bach y de Mozart y desembocó en el neoclasicismo, que ya se deja entrever en «Pulcinella» y «Octeto» y se hace plenamente manifiesto desde la ópera «Edipo Rey» a la titulada «El progreso del libertino».

 

Nació en 1882 en Oranienbaum y en el seno de una familia musical que mantenía relaciones amistosas con escritores de la talla de Dostoyevski o compositores de renombre como Borodin.

La amplia biblioteca de su padre, que era bajo cantante de la Ópera Imperial de San Petersburgo, le permitió conocer la música de Glinka, Wagner, Mussorgsky o Debussy, y fue pupilo de Nikolái Rimsky-Kórsakov, tras conocer a su hijo en la universidad, donde ambos cursaron estudios de derecho.

Viajó a España en numerosas ocasiones y fue amigo de Manuel de Falla, Ortega y Gasset y Pablo Picasso.

Además de en Rusia y en Suiza, vivió en Francia y en Estados Unidos, donde falleció en la ciudad de Nueva York en 1971.

 

 

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