Nanocables tridimensionales para la memoria del futuro

Nanocables tridimensionales para la memoria del futuro

Un equipo liderado por el CSIC logra fabricar nanocables magnéticos en 3D y estudiarpor primera vez sus propiedades

El nuevo método abre la puerta al desarrollo de memorias ‘racetrack’, llamadas a revolucionar el modo en que se almacena y procesa la información

 

Un equipo liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha conseguido fabricar nanocables magnéticos tridimensionales y ha estudiado por primera vez sus propiedades de forma directa. El trabajo, que aparece publicado en la revista Nature Scientific Reports, podría revolucionar el modo en que se almacena y procesa la información.

 

Los investigadores han empleado una técnica de nanofabricación que consiste en la
descomposición, inducida por el haz de electrones de un microscopio electrónico de
barrido, de las moléculas precursoras de un metal sobre una superficie. A través de
este método, denominado FEBID (Focused Electron Beam Induced Deposition), los
científicos han obtenido nanoestructuras de cobalto en forma de espiral capaces de
almacenar información.
En 2008, el científico estadounidense Stuart Parkin ideó el concepto de un nuevo tipo
de memoria magnética, la racetrack, basada en nanocables magnéticos
tridimensionales. Estos dispositivos podrían llegar a tener capacidades de
almacenamiento mucho mayores que los actuales y su consumo de energía sería muy
bajo.
“Hasta ahora, estas memorias no se habían podido desarrollar por no disponer de una
técnica eficaz. En este estudio hemos demostrado que la técnica FEBID es quizá la
mejor candidata para la fabricación de estas memorias”, asegura José María de Teresa,
investigador del CSIC en el Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón, un centro
mixto del CSIC y la Universidad de Zaragoza.

 

Memoria nanométrica

 

Para conseguir que las nanoestructuras tuviesen forma de espiral, los investigadores
giraron el soporte sobre el que crecían al mismo tiempo que desplazaban o barrían el
haz de electrones en diferentes direcciones. “El segundo reto ha sido conseguir que los

 

nanocables tengan un alto contenido en material magnético. Para ello hemos buscado
el balance adecuado entre el flujo de gas que usamos para hacer crecer el cobalto y la
densidad de la corriente de electrones que disocia el gas”, señala el investigador del
CSIC.
Tras ser fabricadas en el Instituto de Nanociencia de Aragón, el siguiente paso fue
estudiar sus propiedades magnéticas mediante magnetometría Kerr. Estos
experimentos han permitido determinar por primera vez los campos magnéticos
necesarios para generar y mover, en las estructuras tridimensionales, las paredes de
dominio, fronteras entre las diversas regiones magnéticas de los nanocables, donde se
almacena la información.

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