Javier Fernández: una sociedad que prescinde de su mitad es más débil y menos inteligente

Javier Fernández: una sociedad que prescinde de su mitad es más débil y menos inteligente

Arriondas.-Reproducimos la intervención del presidente del Principado, Javier Fernández, durante el acto institucional organizado con motivo del Día Internacional de las Mujeres, en Arriondas.

 
El presidente estuvo acompañado del consejero de Presidencia, Guillermo Martínez, y las consejeras de Educación, Cultura y Deporte, Ana González, y Bienestar Social y Vivienda, Esther Díaz, así como la directora general del Instituto Asturiano de la Mujer y Políticas de Juventud, Carmen Sanjurjo; la presidenta del Consejo de Comunidades, Paz Fernández Felgueroso, y el presidente de la Junta General del Principado, Pedro Sanjurjo.

 

 

 

 

INTERVENCION DEL PRESIDENTE DEL PRINCIPADO EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LAS MUJERES

 

Hoy, cuando celebramos el Día Internacional de las Mujeres, quiero advertiros de que el fantasma más viejo de Europa vuelve a arrastrar sus herrumbrosas cadenas por nuestro mundo. En estos tiempos, no es el grito de un espíritu revolucionario el que sobresalta a los europeos, sino uno mucho más antiguo que regresa con estruendo: es la estantigua de la pobreza, la pérdida de derechos, la fractura social, la desigualdad.

 

Un fantasma que con su gemido proclama que el problema de Europa es la excesiva rigidez del mercado laboral, la excesiva generosidad de los servicios sociales, la excesiva cobertura sanitaria pública, la excesiva educación pública y, también, cómo no, un exceso de derechos. Este fantasma dice que hemos de arrepentirnos del progreso socioeconómico y abrazar la involución social, porque para él, espíritu de la caverna, el progreso y los derechos sociales también son excesos impagables.

 

Tal vez consideréis que elegí un principio dramático. Pues no. Pensad en tal caso si me quedo corto, porque en una situación como la que vivimos –socialmente inaceptable, políticamente explosiva, económicamente inviable- hay quienes disfrazan de obligada cirugía económica lo que no es más que un camino de retroceso.

 

Y esas propuestas, insisto, siempre tienen un correlato social. Hace unos días el ministro del Interior denigró los matrimonios homosexuales con el argumento de que tales uniones “no garantizan la pervivencia de la especie”. Así, con todas las letras y, lo que preocupa más, seguramente después de haberlo cavilado. El señor Jorge Fernández oye misa a diario, reza el rosario, dedica tiempo a la lectura espiritual… y, entre todas esas pías ocupaciones, saca tiempo para decir estas cosas. El Partido Popular aclara que no es su posición oficial; pero eso no es una rectificación, ni una desautorización, ni una disculpa… Ni siquiera es un gesto. Es pura y simple estrategia.

 

El ministro Jorge Fernández tiene otro compañero en el Gobierno que se llama José Ignacio Wert, que es ministro de Educación y aprueba que niñas y niños se eduquen por separado. Y los dos tienen a un tercer compañero, más conocido, que se llama Alberto Ruiz Gallardón, que ha planteado una reforma regresiva de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Al ministro de Justicia hay que recordarle que existen tres tipos de regulaciones del aborto. Uno, la ley de plazos, en la que las mujeres deciden. Otra, la ley de supuestos, en la que quienes deciden son las autoridades políticas y sanitarias. Y otra, la prohibición, en la que quien decide es la capacidad económica de la mujer para abortar en el extranjero o en la clandestinidad. Las tres tienen poco que ver con el aborto se realice o no, pero, en cambio, sí con el grado de humillación y sufrimiento de la mujer. Eso es lo que conviene que no olvide Gallardón.

 

 

Hoy es el Día de las Mujeres. Siempre entendí esta jornada como una efeméride a la ofensiva para consolidar la igualdad de derechos y avanzar hacia la democracia paritaria, que se había convertido en un objetivo alcanzable para los primeros años de este siglo. El pasado fue una centuria terrible: en el siglo XX temimos, y con motivos de sobra, que nuestra destructiva sinrazón pudiera acabar con el mundo. Pero también alumbró logros importantísimos. En el haber de ese siglo terrible está una de las revoluciones sociales más poderosas de la historia: la liberación de la mujer. Lo que Mary Wollostonecraft había escrito en 1792 en su Vindicación de los derechos de la mujer, y que había sido recibido con tanto desprecio, que las mujeres sólo eran inferiores en educación, se demostraba una verdad incuestionable.

 

Hay cambios que avejentan rápidamente al mundo anterior, que lo dejan reducido a una condición arqueológica, polvorienta y momificada. Eso ocurrió con vuestra revolución social. Si yo hoy hablo de las mujeres que no podían abrir cuentas individuales en los bancos, que necesitaban el permiso del esposo para múltiples trámites, y cuya mayoría de edad se retrasaba hasta los 23 años, dos más que el varón, habrá quien piense en un tiempo prehistórico o una geografía lejana. Pues no, todo eso sucedía aquí, en Asturias, en España, hace menos de 50 años, aunque haya una distancia propia de siglos entre una y otra sociedad.

 

Ahora nos castiga una crisis económica de intensidad y duración desconocida. De tal fuerza, que nos está obligando a cavar un discurso de resistencia, de trinchera. Porque, en efecto, la lucha pasa hoy en muy buena medida por no retroceder, por mantener las posiciones. Eso pasa con el Estado del bienestar. Con la pelea contra la recesión como estandarte, muchas de las iniciativas que se nos presentan como sacrificios obligatorios no consisten más que en dejarnos vencer mansamente: renunciar a la sanidad pública, a la educación pública, a la aplicación de la ley de la dependencia, a los derechos laborales… Renunciar, en fin, a todo por lo que hemos combatido los europeos durante siglos.

 

Y esa crisis amenaza también muchos de los avances obtenidos en el camino de la igualdad. Porque la igualdad aún no es plena, jamás llegó a serlo. En 2007, antes de que la crisis arreciase, el porcentaje de paro femenino se elevaba al 11% en Asturias, cinco puntos más que el masculino. Porque hoy las mujeres asturianas cobran mucho menos –un 25,3% menos- que los hombres por trabajos del mismo valor, porque la tasa de empleo femenino cae más que la masculina y porque, en fin, la recesión amenaza con ensanchar la brecha de desigualdad que aún existe. Por eso tenemos que acorazar los avances logrados en todos los   ámbitos. No es posible separar la lucha por la igualdad de la mujer de la defensa del Estado del bienestar. Si cedemos en uno acabarán venciéndonos en el otro, porque éste es un combate ideológico amplio, que atraviesa todas las estructuras.

 

Por ello, la preservación de los servicios públicos y de la educación pública como palanca para la igualdad de oportunidades; el desarrollo de la red de escuelas infantiles, que ya se eleva a 64 centros, básica para favorecer la conciliación de la vida familiar y laboral;  el apoyo a la iniciativa empresarial a través de la Escuela de Emprendedoras que hemos abierto en diciembre en Avilés; el mantenimiento de la estrategia de lucha contra la violencia de género, con el compromiso de apoyo a la red de casas de acogida para maltratadas... Todas esas son y continuarán siendo piezas esenciales en el engranaje de la acción del Gobierno de Asturias, que ayer mismo tomó en consideración la creación de unidades de igualdad en todas las consejerías.

 

Pero, repito, esta lucha exige atender todos los frentes. Los legislativos, los gubernamentales, los institucionales y los sociales. Al principio, os recordé las declaraciones y los planes de tres ministros, todos con propuestas claramente regresivas. Cuando un gobierno comparte la limitación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, la separación de niños y niñas en las aulas y la relegación del matrimonio homosexual es que asume una misma visión del orden social, de un orden ya fosilizado, con la consecuente división de roles supuestamente masculinos y femeninos. Y ésta no es una derivada insoslayable de la recesión económica, no nos dejemos engañar: ésta es una manifestación estruendosa del viejo fantasma que recorre de nuevo Europa, y contra cuyas cadenas hemos de volver a pelear. 

 

Evidentemente, y tal como señala el lema de este día, “no sin vosotras”. O, dicho de otra manera, claramente con vosotras. Con todas vosotras, que sois las protagonistas de vuestro futuro. Porque como ha advertido Amelia Valcárcel en su obra “Rebeldes”, los hombres, relatores de la historia, galvanizados en nuestra autoestima, llegamos a considerarnos tan benévolos y generosos que estamos dispuestos “a conceder espacios y oportunidades a esas medianías, que es como Schopenhauer calificó a las mujeres”. Pero no, ésa no es la verdad. No es gracias a la concesión masculina cómo avanzaréis, sino por vuestra propia voluntad, ejercida con todo protagonismo y con la capacidad necesaria para conjugar igualdad, diferencia e identidad, sin arriar ninguna de vuestras banderas. Quiero que en el Gobierno de Asturias encontréis la fuerza y la herramienta necesaria para continuar vuestra, nuestra, revolución social sin cesiones ni retrocesos.

 

Porque mientras no logremos la igualdad real  tendremos una democracia inacabada, y porque una sociedad que prescinde del cincuenta por ciento de su talento, del cincuenta por ciento de su creatividad, es una sociedad más débil y menos inteligente.

 

Sí, con vosotras, muchas gracias.

 

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