Mensaje de Año Nuevo del Presidente del Gobierno, Francisco Álvarez-Cascos

Mensaje de Año Nuevo del Presidente del Gobierno, Francisco Álvarez-Cascos

A caballo entre el año que se agota y el que llama a la puerta, entre el 2011 y el 2012, deseo que mis primeras palabras como Presidente del Principado sean de agradecimiento a todos por el esfuerzo colectivo para conquistar una sociedad mejor, más justa, más equitativa, más próspera y más realista, en lo que significa el término realista: la  sintonía entre los mejores deseos y las tercas verdades, y la adecuación de las aspiraciones a los hechos, sin que éstos fatalmente cercenen las ilusiones sino que, por el contrario, constituyan una base y un punto de partida para que todo lo mejor se multiplique y todo lo peor se extinga.

 

El año 2011, que ahora entra en el dique de la memoria, ha sido un año durísimo del que son un dramático exponente los casi 90.000 asturianos en el paro, o los que subsisten en la desesperanza, o los que viven bajo el umbral de la pobreza, que reclaman la atención prioritaria del Gobierno del Principado, tarea en la que pondremos nuestro máximo empeño y nuestra mayor dedicación en el próximo año 2012 que está a punto de comenzar. Es un reto muy difícil y siempre insuperable para quienes confían en fórmulas milagrosas o en soluciones rápidas que resuelvan problemas tan profundos y tan serios. Pero también sería una conclusión equivocada dejarnos llevar por el fatalismo, por el victimismo, por el desánimo, por la percepción errática de que hemos sido objeto de una tremenda maldición o de que aquí llueven los meteoritos de la guerra de las galaxias. Nada de lo que ha ocurrido y de lo que ocurre en Asturias, en la Asturias de hace poco y en la Asturias de ahora mismo, procede de una extraña confabulación del infortunio que hubiese elegido como escenario esta hermosa tierra. Todo lo que ha ocurrido y ocurre en Asturias es fruto y es responsabilidad directa de los asturianos. Fruto, en lo que respecta a no haber sabido estar a la altura de las circunstancias, y responsabilidad,  en lo que tiene de conquista de grandes metas.

 

No somos plañideras ni quijotes, que aquí lo que promovemos y lo que necesitamos son personas conscientes, gentes que no son más que otras gentes, pero que tampoco son menos. Ser buen asturiano es una forma redundante de ser buen español, de ser ejemplar en lo interior y de difundir esa onda expansiva de la excelencia a nuestra incardinación en la nación de todos los españoles. Hace medio año, y en compañía de mis compañeros de una nueva formación política, no les pedí el voto a los asturianos para inventar Asturias, que bien inventada estaba, y bien experimentada en su milenaria historia de luces y de sombras. Tampoco lo pedimos para encasillarnos en un monopolio de ideas, creencias y obsesiones. Si lo pedí, tal como sucedió, fue para asumir, desde mi condición de ciudadano, la responsabilidad eficiente de luchar por una Asturias mejor. Y en aquella campaña electoral de mayo pasado, hubo, como era previsible, quienes confiaron en la bandera política que me acogía, y quienes optaron legítimamente por apoyar en las urnas a otras formaciones. Quien ahora se dirige a ustedes no es una persona que se crea en posesión de la verdad, ni mucho menos de la única verdad, sino alguien que entiende que, en democracia, hay unos valores que no tienen más color que la oportunidad que aporten para hacer de Asturias algo más justo, más íntimo, más abierto al futuro y más alejado de la zozobra.

 

No voy a reeditar, ni por oportunismo ni por rigor intelectual, la vieja doctrina del ocaso de las ideologías, concediéndole al pragmatismo de las soluciones una prevalencia demoledora frente a cualquier otra opción. Por el contrario, quiero apostar por la Asturias plural, por las Asturias también en lo ideológico, que es, a mi juicio, una forma cabal de exigir a todos respeto a la Asturias de todos los asturianos, desde el mismo estatuto de respeto que nosotros también otorgamos.

Quiero confabular, en este momento, el corazón y la cabeza para poner sobre la mesa la pasión por el camino que recorremos y el reconocimiento de los peligros que acechan esa andadura. Además de tratar de introducir luz y aire fresco en la ‘cosa pública’ asturiana mediante la aplicación de los principios de austeridad, transparencia y control del dinero de todos los asturianos, el nuevo gobierno que presido, en menos de seis meses de trabajo, ha puesto ya en marcha muchas de las medidas que deben constituir los cimientos sobre los que ha de asentarse nuestra recuperación económica. Iniciativas para paliar nuestra despoblación, como el cheque bebé, o para combatir la lacra del desempleo, como el salario joven, se unen a otras encaminadas al cumplimiento del mandato de la estabilidad y del control del déficit público; o a la defensa de sectores básicos de la economía asturiana, como la minería del carbón o la construcción naval o la metalurgia o la agroganadería, en distintos escenarios europeos. Pero no soy un contable con manguitos y calculadora para improvisar un balance detallado de este año que se va, ni tan siquiera de los apenas seis meses transcurridos  desde que tengo el honor de presidir el Gobierno del Principado. Y mucho menos puedo entrar en la agotadora dialéctica de lo que pudo haber sido y no fue, o de lo que fue sin que contásemos con ello.  Esas son  cuestiones de otros momentos y de otros foros.

 

Sí afirmo, a corazón abierto, sin servidumbres ni tutelas, que mi compromiso político y moral con Asturias en nada ha variado en este año 2011 sino que, por el contrario, se ha enriquecido viendo para creer, y contemplando la realidad con luz y con taquígrafos. Y algunas veces, lo confieso, nos hemos encontrado con sobresaltos inesperados porque hemos indagado en escenarios que eran peores que lo advertido por las más pesimistas previsiones, pero también hemos hallado unos valores que ya conocía de la sociedad asturiana pero que, cuando se entra en sus detalles, en los pormenores, en la letra pequeña, encienden aún más la llama del orgullo de ser asturiano.

Permítanme que, en estas horas entrañables del estreno de un Año Nuevo, reitere mi compromiso con Asturias, y que les pida abiertamente su entusiasmo, que no su resignación ni su pasividad, para sacar adelante, entre todos, el futuro de nuestra patria común. Que cada uno opte libremente por la estrategia de su esfuerzo, por la intensidad de su aportación, por la bandera bajo la que milita o por el santo al que se encomienda. Pero que nadie entienda que, incluso la Asturias que no le gusta, le resulta ajena. Y nunca olvidemos que los gobernantes cambian cada cierto tiempo; que nadie es eterno; que nadie se debe montar una jaula en su cabeza para, después, vivir en ella complaciente. Recordemos permanentemente que todos estamos de paso; que nadie es imprescindible; y que todos somos necesarios.

Nos toca vivir unos tiempos en que es ineludible que todos nos otorguemos mutuamente un estatuto de confianza, de buena fe, de cordial vecindad. La escena más triste sería la de una Asturias que cava cada día su propio hoyo, y se hunde en él cada día más, con una complacencia suicida. Esa es la única Asturias que no nos conviene a los asturianos. Vayamos juntos en la dirección contraria a la resignación, a la complacencia y al fatalismo, y sepamos que un tiempo nuevo está en el horizonte si sabemos mirarlo, invocarlo, conquistarlo e integrarlo a nuestros hábitos cotidianos.

 

Por último les confieso, casi en clave de confidencia personal, que cada día que pasa sube la intensidad de mi entusiasmo por servir a Asturias y a todos los asturianos, desde la humildad de quien quiere aportar su experiencia, arrimar el hombro y buscar aires renovados para los problemas viejos, y también desde la firme convicción acerca de la necesidad de abandonar urgentemente el camino de la vieja política fracasada, y de la obligación de avanzar por un nuevo camino reformista y europeísta que garantice la cohesión de todas las regiones españolas, sin discriminaciones ni exclusiones.

Si todos vamos juntos en lo básico, 2012 será un nuevo año de recuperación y de progreso. Y ello, como les decía, porque los nubarrones se han confabulado con las ilusiones, y porque el haber experimentado la supervivencia en el interior del volcán hace que el fuego que calcina pueda ser también el fuego que  redima y regenere a la Asturias de todos los asturianos.  A esa Asturias de nuestros mayores, árboles entrañables de nuestro bosque predilecto, y también a esa Asturias que ha de ser el orgullo de nuestros hijos. A la Asturias del interior y a la del exterior, la Asturias de los que, por unas u otras razones, se ven obligados a vivir su asturianía desde la lejanía y a quienes, en fechas señaladas como estas, resulta inevitablemente más dolorosa su ausencia. En mi primer viaje como Presidente del Principado pude celebrar el Día de Asturias en Argentina, y hoy quiero renovar mi compromiso de convertir ese gesto en una tradición, para expresarles de nuevo el reconocimiento y el recuerdo de quienes les tenemos en cuenta y también trabajamos para ellos, de la misma manera que para quienes residen en cada rincón alejado de nuestros valles y de nuestras montañas.

 

Feliz Año Nuevo a todos y que el hecho ritual de arrancar la duodécima hoja del almanaque de 2011 acreciente también la ilusión por el Año Nuevo que estrenamos; por ese tiempo nuevo que tenemos que compartir todos con todos y, en primer lugar, con quienes más sufren en su familia o en su trabajo el azote de la crisis, en esta época marcada por las dificultades. Que 2012 venga cargado de esperanza, preludio de la felicidad que les deseo a todas las asturianas y a todos los asturianos.

Buenas noches.

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