La Compaña pesquera en Cudillero

Continuamos con la descripción del VIII Módulo de Campo del Derecho Consuetudinario Asturiano celebrado el pasado día 16 de enero, centrando ahora nuestra atención en la Compaña Pesquera, a cuyo efecto, y en jornada de tarde, visitamos las instalaciones de la Cofradía de Pescadores de Cudillero de la mano de su Patrón Mayor, Salvador Marqués Fernández.

            Vaya por delante para los no iniciados en estas lides que la denominada Compaña Pesquera es la sociedad que se constituye de forma verbal entre el armador y la tripulación de una embarcación dedicada normalmente a la pesca artesanal para ejercer la actividad de la pesca y acordar el sistema de reparto de los beneficios.

            Es una actividad con jerga propia de la que caben ser destacados los siguientes términos:

            Monte Mayor, integrado por la totalidad de los ingresos brutos obtenidos con la venta del pescado.

            Monte Menor, cantidad resultante de practicar sobre la cuantía del Monte Mayor los descuentos que procedan según la costumbre de cada Cofradía (víveres, carnada, hielo, sal...).

            Quiñón, porción o cuota de participación que corresponde en el Monte Menor a cada uno de los miembros de la Compaña.

            “Duro”, “cena”, “amusques”, “amusquis”, “chamusquis”, “chonas”, “cesta”, “bolsa”, “lata”, “manos”, “matute”, “moscas”: gratificaciones que recibe la tripulación exenta de control casero, para sus gastos personales.

            Los sistemas de reparto difieren de unas cofradías a otras y, en concreto, en Cudillero, se articulan, con carácter general, atendiendo a las artes de pesca utilizadas que, a su vez, y por alcance, traen a colación el tamaño de la embarcación. Se distingue entre embarcaciones que utilizan artes menores y embarcaciones de palangre.

            La composición de la Compaña Pesquera no se mantuvo estable a lo largo del tiempo. La propia evolución del sector ha determinado que la figura del aprendiz, también llamado cho, marmitón o rapaz, que era menor de edad y cobraba un cuartón, haya desaparecido.

            Hoy en día la Compaña Pesquera solo está integrada por el armador, el patrón y los marineros, que también pueden hacer las veces de cocinero, motorista o nevero, y desempeñar labores menores en tierra como pueden ser vigilar el pescado descargado en la rula o preparar la carnada.

            Salvador, con el lenguaje fácil, directo y espontáneo propio de los asturianos venerables, nos describió la cruda realidad del sector pesquero así como el profundo cambio experimentado por nuestra juventud.

            Entre las múltiples anécdotas con las que salpicó su exposición, me quedé con una por la plasticidad en que se concreta ese cambio.

 

 

            Relataba Salvador que cuando tenía 12 años, su máxima aspiración –y la del resto de los muchachos de su edad- era que sus padres le compraran unas katiuskas y un traje de agua para poder salir a pescar y ayudar a la economía familiar. El día que consiguió su objetivo, se embutió en el “uniforme” de pescador y se pavoneó por todo Cudillero sabedor de que quienes lo veían pasar con ese atuendo, eran conscientes de que ya era marinero.

            ¡Qué diferencia con la juventud actual y, dicho sea en honor a la verdad, con la situación de los valores sociales y familiares!

            Salvador también nos comentó que los cambios habían llegado a la propia Compaña Pesquera, noticia que me preocupó especialmente por la incidencia que podía tener en la supervivencia de la figura con los contornos que la caracterizaban.

            Comentaba Salvador que hay patronos que en lugar de someter su actividad a la figura en cuestión, optan por contratar marineros extranjeros –especialmente filipinos- que por una cantidad global de 1.000 euros mensuales en la que se incluye su compensación salarial que ronda los 500 euros más los gastos de los pisos pateras, más la cuota parte a las mafias que los traen, desarrollan su trabajo a pleno rendimiento y sin plantear problema alguno.

            Triste noticia tanto en su vertiente humana como en lo que afecta al Derecho Consuetudinario Asturiano.

            No podemos concluir sin destacar la nota característica de la Compaña Pesquera.

            En el marco de las relaciones laborales, todo trabajador tiene derecho a ser compensado por su trabajo con un salario que en ningún caso puede ser inferior al mínimo profesional.

            Pues bien, en la Compaña Pesquera, no solo sus miembros son los que deciden los criterios de reparto de los beneficios de la pesca, sino que si no se pesca no se cobra.

            Se inserta así esta figura dentro de las costumbres contra legem, que aunque prohibidas por el ordenamiento jurídico, perviven por cuanto su desaparición o su negación supondría, por alcance, acabar con la pesca artesanal que nutre de buen producto nuestros mercados y nuestros restaurantes.

 

 



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