Antonio Virgili, pregonero de la Navidad en Casa Carlos

Antonio Virgili, pregonero de la Navidad en Casa Carlos

 San Cucao.-El complejo hostelero Casa Carlos fue anfitrión este mediodía de el último de los encuentros gastronómicos que durante el año, y sobre la cocina de temparada, vino organizando Gustavo Izquierdo, con participación de miembros de las cofradías gastronómicas asturianas y otras asociciones culturales y colectivos. El director de la TPA, Antonio Virgili Rodríguez, leyó ante una nutrida concurrencia el pregón de esta jornada, dedicado, como ella, a la Navidad. En la Fiesta gastronómica de La Navidad, se tuvo un recuerdo y agradecimiento a los pregoneros que han pregonado las Fiestas Gastronómicas de este año.

 

 

 EL PREGÓN

 

Buenas tardes. Me encuentro ante una tarea complicada para mí: ser el responsable del pregón de la Fiesta Gastronómica de la Navidad. Debo reconocer que me gusta comer, los que me conocen lo saben, pero se poco de gastronomía y mi destreza entre los pucheros es limitada.

 

Cuando Gustavo me propuso ser pregonero la tentación de negarme fue grande. Pero cualquiera lleva la contraria a Gustavo. Bien, pues aceptado este reto luego tuve que preparar este pregón. Gustavo me dijo que fuera breve. Lo seré.

 

De inmediato descarté hablar sobre cualquier asunto referente  a la gastronomía. Decidí hablar de la Navidad. Estamos en una fiesta gastronómica de la Navidad.

 

Nos encontramos entre amigos, en un ambiente familiar, mérito de la familia González- Izquierdo. Y es que la Navidad tiene sentido si se vive en familia, entendida esta en su sentido más amplio, no solo como las personas unidas a nosotros por parentescos de sangre sino que también incluye a nuestros seres más queridos, a nuestros amigos.

 

El término Navidad procede de la palabra latina Nativitate, que significa Nati (nacimiento), vita (de la vida), te (para ti); es decir, nacimiento de la vida para ti. Está claro que para que haya nacimiento debe haber madre y padre. Y ahí quería llegar. La invitación de Gustavo me brinda la oportunidad de expresar públicamente mi agradecimiento a mis padres por todo lo que han hecho por mí. Papá, mamá, gracias. Gracias por educarme y formarme con generosidad, cariño y sacrificio. Gracias por ser un ejemplo de amor a los demás. Ese, en el fondo, es el mensaje de la Navidad, me parece. Gracias por estar más pendientes de lo que necesitan y preocupan a los demás que de vuestros propios problemas. Gracias por estar siempre, por estar. Gracias por vuestra sinceridad, por decir las cosas de frente, con cariño, pero de frente. Conforme escribía todo esto me preguntaba si no sería buen remedio para afrontar y salir de esta crisis seguir el ejemplo de mis padres, de nuestros padres. Pero en fin sobre esto ya hay mentes sesudas que sabrán dar con el bálsamo de Fierabrás, que nos cure las heridas de esta batalla económica.

 

 

No puedo finalizar un pregón de la fiesta gastronómica de la Navidad sin desear unas felices fiestas. Quizás este año, más que nunca, deberemos valorar todo lo que tenemos, que seguro que es mucho, aunque a veces nos parezca escaso o insuficiente

 

Me quedo con la estampa del Nacimiento, del prodigio que supuso que un niño nacido entre animales dentro de una cuadra cambiara el mundo. Esto me recuerda algo que nos dijo la Madre Covadonga en su reciente visita a su Asturias natal. Esta mujer de aspecto físico frágil tiene una fortaleza y paz interior que impresiona. En una entrevista decía que el mal de la humanidad es la ignorancia. Esta afirmación expresada por una mujer que ha visto avasallar los derechos más elementales del ser humano en Perú me impresionó. También me llamó la atención por mi condición de periodista.

 

 

 

La ignorancia solo se supera a partir de la humildad. Ya lo decía Sócrates creo. El conocimiento se adquiere a través de la curiosidad, del estudio y del diálogo. Y para dialogar hay que escuchar. Permitidme que sea algo crítico: vivimos en una sociedad que escucha poco, que confronta poco sus ideas, opiniones y creencias.

 

Tenemos una tendencia a leer y escuchar aquello que confirma nuestras propias convicciones. Esta actitud limita la capacidad de convivencia, de entender a los demás, de escuchar.

 

Pues, y esto es importante, para cambiar la sociedad, para conseguir una convivencia donde se congenie el premio y el reconocimiento por el buen uso del libre albedrío con la necesidad de proteger a los menos favorecidos, necesitamos más humildad, más dialogo.

 

Aquel niño cuyo nacimiento vamos a celebrar cambió el mundo sin arrogancia, sin prepotencia. Fue humilde y hablaba incluso con personas repudiadas por la sociedad.

 

Celebremos esta fiesta gastronómica de la Navidad teniendo presente todo el mensaje que encierra el Nacimiento, seas o no seas creyente.

 

La Navidad nunca la entenderé sin mis padres, sin mis amigos, sin mi familia. Y hoy están aquí. Gracias, Gustavo. Buen provecho.

 

 

 

 

 


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