Premio Shalom del Congreso Judío Latinoamericano al presidente de Colombia

Premio Shalom del Congreso Judío Latinoamericano al presidente de Colombia

Palabras del Presidente Juan Manuel Santos al recibir el Premio Shalom del Congreso Judío Latinoamericano

 

Bogotá, (SIG). Shalom. ¡Shalom a todos! Como ustedes saben, a fines del mes pasado tuve un evento muy importante y muy entrañable con la comunidad judía en Estados Unidos, pues el Comité Judío Americano tuvo a bien otorgarme un reconocimiento al que llaman "Estadista Distinguido".

No han pasado tres semanas desde entonces, y hoy tengo nuevamente el privilegio de reunirme con mis amigos judíos, esta vez en Bogotá, para recibir otra distinción que lleva el hermoso nombre de "Shalom", el saludo con el que inicié estas palabras.

Shalom significa PAZ, Shalom significa PROSPERIDAD.

PAZ... La paz que buscamos y anhelamos israelitas y colombianos desde hace tantas décadas.

La paz la estamos construyendo con todas nuestras acciones de gobierno, la estamos ambientando con la aplicación de la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras, la estamos logrando con nuestros esfuerzos en seguridad, la estamos afianzando con nuestro empeño en erradicar la pobreza extrema.

Por supuesto, la estamos buscando con nuestra decisión –una decisión que anuncié al país el pasado 4 de septiembre– de procurar el fin del conflicto armado a través de las conversaciones que comienzan esta misma semana en Oslo.

Y PROSPERIDAD… Ustedes saben que esa es la palabra que simboliza el objetivo principal de mi gobierno.

No una prosperidad económica para unos pocos, sino una verdadera PROSPERIDAD PARA TODOS, prosperidad para cerrar las brechas, prosperidad para tener un país más equitativo.

Así que no me puedo sentir más honrado –apreciados amigos del Congreso Judío Mundial, del Congreso Judío Latinoamericano y de las comunidades judías de Colombia– con esta distinción Shalom que recibo con humildad y gratitud.

Debo decir, además, que hay miembros importantes de la comunidad judía del país que me están ayudando, desde el Gobierno, a buscar esa paz y esa "prosperidad para todos" que tanto anhelamos.

Es el caso de nuestro querido Sammy Azout, Director de la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema; de Sandra Bessudo, Directora de la Agencia de Cooperación Internacional, y de Aida Furmanski, Gerente de Artesanías de Colombia.

También podría mencionar al senador John Sudarsky, quien no está en el Gobierno pero cuyo partido –el Partido Verde– hace parte de nuestro proyecto de Unidad Nacional.

Debo decir que es un verdadero privilegio estar aquí hoy rodeado de amigos; de estar junto a personas que comparten un compromiso de vida y una visión a favor de los derechos humanos, la justicia y el entendimiento entre los países.

Su visión es mi visión; su compromiso es mi compromiso.

Comunidad judía en Colombia

Como bien saben, la presencia judía en Colombia no es algo nuevo ni reciente.

Los primeros judíos llegaron a nuestro país en 1636, hace casi 400 años.

Eran familias que se habían visto enfrentadas a escoger entre convertirse al Catolicismo o morir bajo la Inquisición española.

Y miren de lo que venimos a enterarnos 520 años después, según leí el viernes en un artículo de prensa: ¡que Cristóbal Colón era de origen judío y que fue la comunidad judía –más que las joyas de la reina Isabel– la que financió la empresa del descubrimiento!

Según la Fundación Samson Trust, que realizó la investigación, Colón venía de una familia judía de Génova pero –como muchos judíos de entonces– tuvo que convertirse al catolicismo para evitar el castigo de la Inquisición.

Y cuenta el artículo que la mayoría de los marineros que integraban la expedición también eran de origen judío.

Así que –fíjense ustedes– es mucho más lo que tenemos en común que lo que imaginábamos.

Varios siglos después Colombia abrió nuevamente sus puertas a los judíos sobrevivientes del Holocausto y a otros que huían del horror que se expandía por Europa.

Mi tío abuelo, Eduardo Santos, fue presidente de Colombia entre 1938 y 1942 y me siento muy orgulloso al poder decir que nunca dudó en brindar una mano solidaria a la comunidad judía en medio de ese momento tan oscuro de la humanidad.

Bajo su gobierno llegaron muchos de los antepasados de quienes hoy se encuentran en este salón.

Y recuerdo que mi abuelo, el periodista Calibán, me contaba, siendo yo niño, historias sencillas pero muy inspiradoras sobre el pueblo judío y sobre cómo se había constituido el Estado de Israel.

Por eso puedo decir que mi afecto por la comunidad judía –en la que tengo tantos amigos de muchos años– no es reciente sino de toda la vida.

También mi padre, Enrique Santos, tenía un particular aprecio por los judíos.

Mi padre siempre decía –con orgullo y convicción– que El Tiempo estaba a disposición de la causa judía, y sin duda eso se notaba en el contenido del periódico.

Lo cierto es que los judíos –tanto sefardíes como askenazi– han sido protagonistas en distintas esferas de la realidad colombiana, y se han destacado en los negocios, en la industria, en el arte, en la educación, en la ciencia y en el gobierno.

Hoy más de 5 mil judíos viven en Colombia y son, sin lugar a dudas, una comunidad que aporta trabajo, aporta progreso y aporta liderazgo positivo al país.

Me alegra poder decir que, aunque la comunidad judía en nuestro país es pequeña, también es vibrante y está llena de vida, y contribuye de manera significativa al bienestar y diversidad de nuestra sociedad.

Compartimos los mismos valores

Si algo resalté en mi reunión con el Comité Judío Americano en Nueva York es que comparto con los judíos del mundo –y compartimos la mayoría de los colombianos– la fe en los mismos valores.

Amamos y defendemos la Justicia, la Paz, la Verdad y la Libertad, y esa coincidencia de valores nos hace socios y aliados con el pueblo judío y con el Estado de Israel en particular.

El pueblo colombiano, como el judío, ha vivido un enorme dolor y sufrimiento, y muchas vidas se han perdido en defensa de nuestra democracia, la más antigua de América Latina.

Sin embargo, estas experiencias difíciles nos han impulsado –a judíos y colombianos– a emprender grandes iniciativas y proyectos.

En Nueva York tuve oportunidad de agradecer –y hoy quisiera volver a destacarlo– el importante papel que tuvo el Comité Judío Americano al apoyarnos para lograr la aprobación del Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos en el Congreso de este país.

Ya comienzan a verse los frutos positivos de este importante acuerdo, y es bueno poder decir que –al igual que ocurrió en el descubrimiento de América– la comunidad judía tuvo mucho ver con el éxito de esta empresa.

Colombia e Israel

Y ahora permítanme referirme unos minutos al Estado de Israel.

Mi primer viaje a este querido país lo hice hace unos 20 años, cuando era el primer Ministro de Comercio Exterior, con la buena compañía y guía de nadie menos que Ronald Bakalarz.

Me acuerdo muy bien que nos sentamos a negociar unos tapetes y me dijo: 'Siéntese'. Yo me senté. Me dijo: 'No vaya a tomar café porque el café aquí es feísimo, tome té, y tome el té muy despacio y tenga mucha paciencia, y así usted va a comenzar a poder negociar un buen precio para este tapete'.

Pues hoy le dije a Humberto de la Calle cuando salía hacia Oslo: 'De pronto déles un poco de té a su contraparte y tenga mucha paciencia, porque así de pronto podemos'.

Pero desde esa primera visita yo quedé maravillado con sus ciudades, su cultura, su gente, sus tradiciones… Recorrer pausadamente las callejuelas de la Jerusalén antigua es una de las más gratas experiencias que puede tenerse en la vida.

Como Ministro de Comercio Exterior me di cuenta desde entonces del enorme potencial que había entre nuestras economías para abrir mercados, para abrir una relación económica mucho más fluida.

Hoy, como Presidente, dos décadas después, me siento muy feliz al poder decir que en mi gobierno avanzan las negociaciones, como lo dijo muy bien el señor Embajador. Ya completamos tres rondas de negociaciones. Las instrucciones que les dimos –con el Primer Ministro Netanyahu, porque lo hablamos hace unos días que me llamó muy amablemente a preguntarme cómo estaba mi salud–, que les dimos a nuestros funcionarios fue cerrar esas negociaciones antes de finalizar año para lograr un acuerdo de libre comercio.

Es mucho lo que pueden complementarse nuestras economías, y sueño con el día en que haya más productos colombianos en Israel y más productos israelíes en Colombia.

Sin duda, los desarrollos en ciencia e innovación han posicionado a Israel como un centro tecnológico y una fuente de inspiración para las sociedades civilizadas.

Con mucho orgullo puedo decir que los niveles de cooperación entre Israel y Colombia –en temas diversos y de gran importancia– han alcanzado niveles históricos.

A nivel particular, debo destacar la invaluable asesoría que siempre he recibido de mi buen amigo, ex canciller y ex ministro de Seguridad Pública de Israel, Shlomo Ben-Ami, quien es el actual Vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz, del cual soy miembro gracias a él.

Shlomo ha sido uno de los grandes consejeros, de los más importantes consejeros en todo este proceso de paz. Su experiencia con la negociación del acuerdo de Camp David, junto con otros personajes de la vida internacional que han tenido experiencia en materia de paz, me han servido en una forma invaluable para ir tomando decisiones que han permitido que hoy mismo salga una delegación de Colombia a Oslo para ver si logramos esa paz.

Pero la amistad y cooperación entre nuestros dos países va más allá de temas como la seguridad y el comercio.

Colombia ha cultivado, a lo largo de muchos años, una tradición de simpatía por las causas diplomáticas de Israel.

Personalmente, admiro la valentía con la que Israel ha hecho frente a las amenazas contra su seguridad, en especial el riesgo nuclear que presenta Irán.

A primera vista estas amenazas pueden parecer distantes a Bogotá, pero en realidad no lo son. Vivimos en un mundo pequeño que cada día se encoge más.

Hoy más que nunca la comunidad internacional debe formar una alianza sólida para combatir la intolerancia y el extremismo.

Apoyamos –y así lo he dicho en todos los escenarios posibles– una solución donde dos Estados, Israel y Palestina, vivan en paz, como vecinos.

Creemos que esa es la mejor respuesta para ambas naciones, y que el camino más efectivo para lograrlo es por medio de un acuerdo negociado con el pueblo palestino.

Eso sí, cualquier acuerdo debe partir del reconocimiento del Estado de Israel como la Nación–Estado del pueblo judío.

Esta ha sido, y esta es, la posición del Gobierno colombiano.

Queridos amigos:

Admiro a Israel, admiro el talento y la fortaleza del pueblo judío, y por eso valoro profundamente su generosidad al otorgarme esta distinción.

El gobierno de Colombia –al igual que el Congreso Judío Mundial, el Congreso Judío Latinoamericano y la Confederación de Comunidades Judías de Colombia– está comprometido en combatir todas las formas de discriminación e intolerancia, al tiempo que trabaja por promover los derechos humanos, el pluralismo y los valores democráticos.

Vamos a seguir defendiendo estos valores… y lo vamos a hacer juntos.

Hace exactamente un mes, la comunidad judía en el mundo comenzó un nuevo año con optimismo y esperanza.

Deseo que el año 5.773 sea uno lleno de paz y prosperidad, y que todos ustedes –apreciados amigos– sean inscritos en el Libro de la Vida.

Muchas gracias. Todá Ravá.

 
   
 

 

1 comentario

  • # Magali Responder

    01/03/2015 14:26

    SHALOM, SHALOM, SHALOM . SOY COLOMBIANA Y LE PIDO AL SANTO BENDITO SEA , QUE TODA COLOMBIA PIDA POR LA PAZ DE ISRAEL EN ORACION, TODOS JUNTOS COMO HERMANOS ,,, (Y) .

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