Cuando las administraciones, o sus organismos derivados, asumen como propia la territorialidad de las aguas, mismo que de las tierras, se produce un fenómeno usurpatorio que implica, además, confundir el culo con las témporas.
La Autoridad Portuaria de Gijón/Xixón vuelve a insistir en conductas inmorales e ilegales en estricto derecho al perseguir y expulsar a los pescadores aficionados de los muelles locales. En mis años mozos, y eso que vivíamos en un régimen dictatorial, nunca se le ocurrió a autoridad alguna prohibir a los naturales de la Villa, ni del conceyu, decirle a los titulares del dominio, esos que se llama ciudadanos, antes villanos, antes aldeanos, antes pobladores, en definitiva vecinos, que no tienen libre acceso a las aguas de común propiedad.
El problema no es nuevo. Al ente portuario le otorga la comunidad unas competencias para que ordene los tráficos y regule las actividades y acaba creyendo que aguas y tierras son de su propiedad, cual botín ganado en invasión o batalla, y se siente con derecho a ejercer de propietario expulsando a los despreciables aldeanos, igual que el marqués ahorcaba a los siervos que cazaban un conejo en sus tierras.
Por la misma, el Ayuntamiento podría empezar a no dar servicio de agua a los que no sean de su agrado, o prohibir circular por la calle Corrida a los que no sean ricos de por casa. Y, puestos a ello, la Autoridad Portuaria podría vender El Musel a un consorcio holandés y el Ayuntamiento vender Cimavilla, vecinos incluidos, a un trust turístico chino. Como ye de ellos.
Desde luego, de persistir esa conducta, insisto, moralmente ilegal, y legalmente inmoral, de la Autoridad Portuaria, habrá que hacer una movilización popular de pescadores, a ver si detienen y meten en la cárcel a dos o tres miles de gijoneses con sus cañas.
El asunto, aunque aquí se comente con ironía, es trágico y brutal al mismo tiempo. Por un lado, se impide a quien no tiene más recursos un poco de esparcimiento tirando la caña en SUS aguas. Por supuesto, quien tiene posibles disfruta de otros esparcimientos más caros. Por otro, hay vecinos, sí, que igual suplen su dieta si logran pescar un par de pexes. Por supuesto, quienes tienen posibles no van a intentar sacar una palmerina o un chicharru al muelle.
Lo dicho. Volvámonos chestertonianos y expulsemos a los expulsores.
¡Viva la pesca libre en el bosque de Sherwood!