Oí decir al carpintero del barrio cuando yo era aún un rapacetu, hace ya más de medio siglo, que si Dios quisiese que los curas fuesen célibes ya vendríen al mundo sin ella --como estamos en horario infantil, sustituya el sagaz lector ese 'ella' por el pertinente nominativo. p.ej: pirula--. Hace unas horas, el cardenal Keith O'Brien, príncipe de la Iglesia Católica Romana en Escocia, ha recordado que el requisito del celibato sacerdotal "no es de origen divino" y podría ser reconsiderado. Que no es un dogma lo sabe, o debiera de saberlo hasta un estudiante de catecismo, aunque la jeraquía eclesiástica lo propala poco para no tener que explicar el porqué de un empecinamiento que llenó de rapacinos sin padre las aldeas, al menos las de Asturias y Galicia, y de tocamientos indebidos los colegios religiosos. El cardenal O'Brien dijo a la BBC de Escocia que Jesús no dijo nada del celibato, y que sería muy feliz si los sacerdotes pudieran casarse. Bueno, de hecho pueden, porque en la última repesca de anglicanos, los 'tránsfugas' que volvieron a la Comunión romana viven tan felices con sus esposas e hijos y son curas católicos igualito que los infelices cuyo único alivio es el solitario --me refiero al juego de cartas, claro, no sean mal pensados--.
El cardenal O'Brien formará parte del cónclave de cardenales que elige al pontífice sucesor del Papa Benedicto XVI. Ojalá sus ideas y las de otros consigan, esta vez sí, alcanzar un consenso suficiente en torno a un candidato que no tema traer la Iglesia de Cristo al tiempo en el que viven su grey, sentando en el trono de Pedro a un pastor más cercano a sus ovejas.A mí ya me valdría monseñor O'Brien.
Amén.