El Padre Ángel, de Mensajeros de la Paz, aterriza en Filipinas para valorar las consecuencias del tifón más fuerte y devastador de la historia. Ha estado en catástrofes tan graves como el terremoto de Haití, y es consciente de la vital importancia de la ayuda inmediata. No importa la humedad, las altas temperaturas o las grandes distancias, el sacerdote tiene claro su fin, entregar sus primeros kits sanitarios en las zonas más afectadas y preparar un plan de ayuda para reconstruir colegios. Con la sonrisa en cada gesto, y con la vocación plena de quien ama a los más vulnerables, el padre se acerca a los más pequeños para escuchar sus necesidades. Los habitantes de Daanbantayan, en el Norte de Cebú, lo han perdido todo, salvo la ilusión, y recibir la ayuda humanitaria, les regala consuelo y esperanza