¿Por qué no "Más España"?

Sería lo lógico. El equivalente por elevación de «Más Madrid», es, sin duda alguna, «Más España». Para que «Más País» pudiera tener alguna justificación, el punto de partida debería de haber sido «Más ciudad». ¿Por qué no se llamó «Más ciudad»? Sin duda porque resultaría irreconocible y valdría para Juana y para su hermana.

«Más país» vale para promocionar el diario de Prisa, pero no para designar un partido que pretende ser representativo en la mayor parte de España. Nunca votaría a Errejón porque me parece aún más falso y demagogo que Iglesias, y pido a mi familia que me lleve al psiquiatra si en algún momento aprecian atisbos que puedan parecer indiciariamente que me acerco a ese personaje. Mi desprecio por este sujeto que reniega de España es total y se acrecienta, si es que es posible, porque no soporto a los traidores, a los que se envuelven en la bandera del interés público para crear un partido por despecho y venganza a quien legítimamente lo venció en unas elecciones internas. Si por estar en peligro de muerte inminente me dieran a elegir, para salvarme, entre Iglesias y Errejón, sin duda elegiría al primero. Me produciría vómitos, pero entre lo malo y lo malísimo, la opción es clara.

 

Para estos insoportables progresistas, el término «España» produce sarpullidos. No tiene para ellos ningún valor porque son mercenarios de la demagogia para tontos y la bandera, el himno y la propia España son símbolos fascistas, de la derecha extrema. Qué envidia produce ver documentales americanos y comprobar que en la cabaña más recóndita de las Montañas Rocosas, por poner un ejemplo, ondea con orgullo la bandera americana porque forma parte de los pertrechos habituales de cualquier cazador, explorador o excursionista.

Si echamos la vista atrás podemos comprobar que este fenómeno de repudio de nuestros elementos identitarios es relativamente reciente. Si a los denominados partidos progresistas se les puede reconocer haber aportado un concepto más consistente de la ética, paralelamente se les puede reprochar una clara animadversión a nuestros emblemas.

Recordamos con nostalgia el bipartidismo, ¡qué sensatos eran unos y otros! Si los partidos políticos están desacreditados, ese desdoro se acrecienta cuando se comprueba que se crean partidos a la carta, confesando paladinamente que carecen de programa y que tienen la única finalidad de hacer presidente a Sánchez. ¿Para qué entonces «Más País»?

La cruda realidad nos pone de manifiesto que surge de una escisión de Podemos por problemas personales. Iglesias y Errejón son disímiles, antagónicos y quieren dirimir sus diferencias a costa del presupuesto público del que se han acostumbrado a vivir como ricos.

Mientras tanto, en Cataluña se está cociendo a fuego lento pero continuo, una muy gorda. Se vive una rebelión encubierta utilizando las instituciones públicas pagadas por todos en beneficio exclusivo de unos pocos: los separatistas. Simultáneamente los CDR se entrenan para utilizar técnicas terroristas. El día menos pensado estallará un conflicto de proporciones imprevisibles. Cataluña es el gran problema al que nos enfrentamos. Su Parlamento está comandado por una turba –no merecen el calificativo de Diputados- de levantiscos impresentables que apoyan la desobediencia civil, la amnistía y la expulsión de la Guardia Civil.

Por cierto, menos mal que existe la Guardia Civil, y menos mal que en la investigación de la actividad delictiva de los CDR actuaban como Policía Judicial, quedando por tanto relevados de informar a Grande (¿Pequeño?) Marlaska, juez venido a menos, del que parece que no se fían. En condiciones normales le hubieran puesto al corriente de las pesquisas.

Los políticos no son ni buenos ni malos, son responsables o irresponsables.

Y no lo olvidemos: «El caos siempre derrota al orden porque está mejor organizado».    



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