La caída de los dioses

Allá por el siglo pasado, en España en plena dictadura de Francisco Franco, a uno se le quedó en la memoria las crónicas que desde Estados Unidos enviaba Jesús Hermida, por aquel entonces corresponsal de la Televisión Española. Siempre recuerdo como algo importante -democráticamente hablando, y visto desde un país carente de libertades- los famosos Caucus de Iowa que iniciaban los procesos de nominación para elegir al presidente de EEUU; unos procesos que se suponían impecables para elegir un personaje que se suponía impecable destinado a dirigir un país que, también, se suponía impecable.
A mediados del siglo pasado, el día 29 del pasado mayo hizo 66 años, el montañero Edmund Hilary, acompañado por el sherpa Tenzing Norgay, conquistaba por primera vez la cima del Everest que, con una altitud de 8.848 metros, se consideraba y se sigue considerando la cumbre del planeta Tierra. Contando con los medios de la época, los dos montañeros -integrantes de una expedición militar- alcanzaron la gloria de ser los primeros en poner un pie sobre el Everest y, después, conseguir bajar para contarlo. Hasta hace relativamente poco tiempo la hazaña de Hilary y Norgay permanecía en la nómina de las grandes expediciones y llegar a la cumbre del Everest seguía siendo un gran reto del montañismo solo al alcance de unos pocos deportistas de élite.
Sigue siendo un misterio divino eso de que, según la Biblia, Dios creó el mundo en siete días a razón de que el primer día creó los cielos y la tierra, el segundo día creó el cielo, el tercer día creó la tierra seca, el cuarto día creó las estrellas y los cuerpos celestes, el quinto día creó todas las criaturas, el sexto día todas las criaturas que viven en tierra firme incluido el hombre. Y después de tanto esfuerzo, el séptimo día dice la Biblia que Dios descansó. ¿Duración de los días y de la semana que empleó en tan magna obra?. Solo Dios y los miembros de la Conferencia Episcopal lo saben.
Estos días realizó su primera visita de Estado a Gran Bretaña el presidente de los Estados Unidos de América del Norte, Donald John Trump, uno de los más peligrosos desestabilizadores del "orden mundial" y un ejemplo de que -a pesar de toda la "parafernalia democrática" americana, incluidos los Caicus de Iowa- cualquier mamarracho pringoso, apoyado por una masa borreguil adinerada y carente de toda ética, puede llegar a la presidencia de ese país y en su insano juicio -con la pasividad de la Europa occidental- provocar un cataclismo social y económico de catastróficas consecuencias.
La agencia France Presse distribuyó hace unas semanas una foto -en realidad, y aunque no se citó al autor, quien captó la ya mítica instantánea fue el montañero nepalí, Nirmal Purja, antiguo soldado Gurkha que estuvo alistado en la Marina Real Británica- que recogía la figura de unos doscientos senderistas en fila recorriendo los últimos metros del Everest. Sesenta y seis años después de la odisea de Edmund Hilary y Tenzing Norgay las agencias de viajes -con el consentimiento del Estado nepalí- derriban la casi utopía de los pioneros de la montaña, colocando, por unos buenos fajos de billetes, a aventureros y aficionados sin experiencia en la cima de la Tierra.
El paleontólogo, Juan Luis Arsuaga, coodirector del equipo de investigación de Atapuerca y, estos días, jurado de los premios Princesa de Asturias, afirma que la Tierra tiene unos 4.400 millones de años y la vida surgió hace unos 3.800 millones de años. También dijo que la vida surgió por una contingencia de unas células complejas que se iniciaron por fagocitosis y digestión. Es decir, y uno lo entiende así: biología y química en estado puro. Por el bien y el conocimiento de la humanidad espero que Juan Luis Arsuaga no pare de divulgar sus investigaciones y su sapiencia, y vaya mucho más allá del séptimo día.
Hay realidades que no tienen vuelta que dar. Ya lo comentó el astronauta y ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, Pedro Duque: " la escuela tendría que enseñar que la verdad existe, no todo es opinable".
Y la verdad, pues, no tiene alternativa. 



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