Los números avisan, después…

En este duelo silencioso entre la razón , representada por los números – fríos y secos - , y los sentimientos, convertidos en letra y lira, los números ocupan cada vez más territorio, con el quebranto y angustia que eso representa para todos y especialmente para los mayores, más acostumbrados a memorizar ríos y comarcas o declamar poesías que a memorizar ‘números’, pues ya no basta con saber el del D.N.I o el de la Libreta del Banco, ahora tenemos que memorizar la contraseña de la puerta del portal, del ascensor, del móvil…Y  me da la impresión que esto no ha hecho más que empezar. Tengo amigo que lleva en su cartera un papel  con todas ellas y cada poco tiene que anotar una nueva.  

Hecha esta matización, lejos de mi quitar importancia al contenido de los números, ya que sin darles credibilidad absoluta, avisan, alertan de hechos o problemas que todos debemos evitar, y es que ya va siendo hora que dejemos en el olvido esa etiqueta que se nos cuelga a los españoles, de improvisadores, de que sólo funcionamos a salto de mata o a toro pasado, o sea cuando nos vemos pillaos, con el agua al cuello, y eso que hay cifras que exigen una reacción, una terapia inmediata.   Una de esas cifras que me ha alarmado, aunque uno sea de letras,  me la ha proporcionado recientemente el Banco de España al comunicar que la deuda autonómica ascendía a 159.526 millones de euros. Cantidad tan exorbitante que no me atrevo a convertir en pesetas, sistema que mejor entiendo, porque mucho me temo que no cogerían todas en mi casa.   Conocido el dato las preguntas son muchas y las carencias y necesidades más, pero la más elemental es si se gasta eficaz y eficientemente cada uno de esos euros. El que más y el que menos sabe e incluso experimenta que no siempre se hace así, y quizás la culpa sea  que todavía hay personas que creen que el gratis existe y que el dinero público no se acaba, es infinito. La cruda realidad va por otro lado cuando vemos que la pensión no llega para el mes , la cita para el especialista se demora más de lo debido o cuando las bajas por enfermedad tardan en cubrirse en los diferentes servicios, con el lógico quebranto de los usuarios…  

Y es que ante tal volumen de deuda no cabe cerrar los ojos, dejar que pase el tiempo y que la solución venga por si sola. Creo que ha llegado el momento de plantearse si el monstruo que todos hemos creado responde a nuestras necesidades o si de lo contrario, nos fagotiza, nos ahoga, nos impide andar, progresar, que de todo puede haber. Ésta es la pregunta que deben hacerse todas las fuerzas políticas y una vez hecha, buscar la solución más conveniente, y si mis temores son infundados, mejor. Pero ante una deuda de esas características es lógico que surja la alarma, que se tomen medidas eso sí, siempre que los intereses de partido lo permitan.  

Ya estamos en precampaña electoral y ya se publicitan propuestas de empleo asombrosas, felices, mágicas. Las Academias se publicitan y los padres animan a sus hijos a intentarlo, pues saben que del número de plazas depende la dificultad o no de la oposición. 

Todo ello muy humano y muy lógico. Pero la pregunta que yo me hago es si los  gastos de personal de de cada autonomía tiene una cantidad tope como máxima, más si está muy endeuda,  o si depende sólo del criterio político, y es que a veces , por desgracia, hay que optar entre incrementar los gastos de personal o resolver los problemas y el futuro de los ciudadanos, y entonces, la respuesta ya no es tan fácil.    

Hace unos días en una entrevista el ideólogo de Podemos, el Sr. Monedero, decía que el problema número uno de España era la desertización. ¿Qué se hace? ¿Cómo combatirla?  Ya  para acabar  quiero recordar otra cifra de mediados de enero que me asusta y  que indica la  Deuda Pública española asciende a 1,4 billones de euros, o sea al 98’38% del PIB. ¿Quién y cómo  la pagará?



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