Conversaciones de Juan de Portoplano

Como era costumbre en él, Juan de Portoplano, caminaba por las calles pensativo y observador, solía sentarse en algunos cafés, iba cambiando según días, según meses, y se quedaba allí, quieto consumiendo su infusión, su bebida del tiempo, esperando que alguna idea saliese de su mente, esperando que algún convecino, se le acercase y empezasen a hablar de cualquier tema o cuestión, de lo más pequeño a lo más grande, casi siempre, deslizándose a y en lo esencial.

  1. Y así empezó sus soliloquios consigo mismo, sus conversaciones consigo mismo, sus monólogos interiores:

                        - Hacer lo que uno debe hacer, o hacer lo que se debe hacer según el acto y según la situación. Pero el problema es, sabemos lo que debemos hacer, tenemos después voluntad de hacerlo. En la vida tan compleja, con tantos matices. Quizás, no se exija la perfección, sino la buena voluntad, al menos.

                        - ¿Cómo harías hoy, lo que tienes que hacer, si supieses que te quedan veinticuatro o cuarenta ocho horas de existencia aquí en la tierra?

                        Quizás, la sabiduría es el conocimiento de saber hacer lo que se tiene que hacer, con prudencia, mesura, buen saber, racionalidad, sentido común, buena voluntad y en la máxima libertad posible.

                        - Cuando pienses, piensa con sosiego, intentando reutilizar todos los datos sobre el tema, todos los conocimientos sobre el tema, no solo los que te gustan, sino también los que te disgustan.

                        - El tiempo me ha enseñado, que hay personas que necesitan para vivir y sobrevivir tener odio e inquina y rencor y maledicencia, sobre algunas otras, no sobre todas, pero si, sí sobre algunas otras. De ese motor interior, ya encontrarán alguna razón o motivo, real o imaginario, o se amplifica el motivo…

                        - El misterio de la vida, es cómo vivir de forma correcta con uno mismo, con los próximos o familia, con el resto de seres humanos, con la naturaleza, con las ideas-culturas, con el Ser Supremo.

                        - Todo ser humano sigue su pensamiento interior, su conciencia interior, sus pulsiones-pasiones interiores. Pero el problema es cómo combinarlos correctamente entre sí, y que el conjunto responda al mayor grado de verdad y de bondad y de utilidad y de racionalidad posible.

                        - Se le acercó un vecino y le preguntó: ¿Por qué nos morimos, por qué tenemos que morirnos los seres humanos…?

                        El de Portoplano se quedó pensativo, y le contestó: “¿Qué le sucederían a tus campos, si los conejos se reprodujesen y no se muriesen…, una generación tras otra, qué te pasaría a ti, a tu vida, y a la de tu familia, si los conejos no se muriesen, pero si siguiesen reproduciéndose…?

                         El vecino bajó la cabeza y comprendió, y le dijo. “te agradezco, que me hayas quitado un enorme pesar del interior, un enorme sufrimiento, un enorme rencor contra los hombres y contra el Supremo, te doy las gracias”. Y se marchó.

                        - El ser humano va conformando, según circunstancias, conocimientos, saberes, voluntad, su yo interior, su personalidad interior. Esta es la gran obra del ser humano, quizás, apenas se distinga desde fuera, pero esa es la gran construcción y labor del ser humano. Mientras que la construye, forma y conforma su existencia, su familia, su trabajo y su vocación, vive en sociedad, se plantea problemas religiosos, etc.

                        - Siempre estamos luchando interiormente entre extremos y entre límites. Encontrar el término medio y correcto, eso es lo más difícil.

                        - Igual que viene el invierno y las tormentas, y el verano y el calor, y el otoño y primavera con tiempos templados, en las sociedades y la historia sucede lo mismo, el ser humano se tiene que ir acomodando a todos esos tiempos colectivos…

                        - Temo las revoluciones porque quieren cambiar casi todo, y casi siempre, llenan de lodo más el suelo que quieren limpiar.

                        - Juan de Portoplano, pensaba consigo mismo, me hubiese gustado conocer y dialogar con Marco Aurelio, Epicteto, Platón, Séneca, Sócrates y otras grandes figuras del pasado. Pero después, siempre pienso, ahora, ahora también habrá grandes figuras y personalidades, unas, serán muy conocidas, quizás, quizás otras existen y viven en un silencio, casi en un anonimato, que apenas nadie las conoce, que apenas nadie las entiende…

                        - Creo que estamos ahora en Europa, es un periodo que se parece mucho al periodo helenístico. Una multitud de corrientes ideológicas que impregnan todo, y en medio nosotros, sin saber lo que somos, o aparentando creer que nos conocemos y sabemos donde estamos.

  1. Juan de Portoplano, se levantó, dijo adiós a los convecinos que estaban en el café, adiós a los camareros, dejó su dinero, y se levantó pensando, “acaso el sol conoce la enorme importancia que tiene para los seres humanos…”, simplemente hace su trabajo, cumple los deberes de su naturaleza, y continúa su camino… Se vio alejarse entre las calles al viandante, el de Portoplano, y sus pesares-pensares-andares se confundían en la lejanía.

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