Declaro a Asturias independiente

Perdone el lector el reclamo del título. Trato de desdramatizar el problema catalán y evidenciar que la declaración de independencia que pueda llegar a hacer el Presidente Mas tiene los mismos efectos jurídicos que mi declaración de independencia para Asturias.

La diferencia estriba en que yo soy un ciudadano de a pie y, por tanto, mis actos, en este concreto campo, no tienen relevancia alguna. Sin embargo, los del Presidente Mas tienen un alcance político e institucional que cala en la voluntad de muchos ciudadanos que seguramente ansían esa independencia creyendo que es viable y sin ser muy conscientes de las desastrosas consecuencias económicas que de ella se pueden derivar.

Sorprende que desde el poder central no se ataje el problema dejando claro que la independencia es radicalmente imposible desde el punto de vista jurídico y por tanto es descartable cualquier escenario que la adopte como referente. Por el contrario, el recurso al miedo alienta el fenómeno separatista precisamente porque toma como punto de partida su viabilidad. Mas no puede declarar la independencia, porque, si lo hiciera, incurriría de inmediato en el delito de rebelión contemplado en al artículo 472. 5.º del Código Penal y debería ser juzgado y condenado por ello. Esto es así de claro. Por ello no se puede oponer el miedo al engaño y a la ficción, sino las leyes.

Ciertamente, el movimiento independentista se ha ido construyendo a partir del sentimiento emocional de una parte importante de la sociedad catalana, pero sobre las emociones no se puede edificar una mentira que conduce al caos económico y a la ruptura de muchas familias.

Si las emociones pudieran ser sustento de este tipo de movimientos, Asturias, por historia, por cultura y por tradición, podría estar a la cabeza, pero nuestros gobernantes y nosotros mismos somos sensatos y respetuosos con las reglas del juego acordadas por todos, porque en eso consiste la democracia.

Tampoco se puede olvidar en este tema que la cuestión soberanista está consiguiendo aparcar el problema de la corrupción. En una democracia verdadera, el responsable sobre el que pesa la sombra de actuaciones irregulares es juzgado primero por los ciudadanos con su voto que por los tribunales, dados los retrasos consustanciales a la Administración de Justicia. Sin embargo, en las elecciones del 27-S se hurta a los ciudadanos esta posibilidad al hacer prevalecer la cuestión soberanista sobre la corrupción. Es más, de admitir hipotéticamente el triunfo del secesionismo, Mas y Pujol no llegarían a responder de sus presuntas actuaciones delictivas. El botín sería total: la impunidad.

Karl Popper afirmaba que “Salir de la tribu es el comienzo de la civilización, del progreso, de la adquisición de soberanía. Pero la llamada de la tribu nunca desaparece y, a veces, es muy fuerte. El nacionalismo es un regreso a la tribu, es la abdicación de elegir por uno mismo. Ha habido guerras. Es una tara de la que es difícil librarse. Es terrible que el nacionalismo vuelva a sacar la cabeza”.

Vargas Llosa remata: “La política saca a la luz lo peor del ser humano”.



Dejar un comentario

captcha