La Andecha

La Andecha

Por Ignacio Arias Díaz.-El término andecha deriva del vocablo latino indicere (anunciar) –se «llama a andecha»- y consiste en un trabajo personal, voluntario y gratuito que se ajusta al esquema de la reciprocidad equilibrada: «Hoy por ti, mañana por mí». La andecha se inscribe por ello dentro de los trabajos que el derecho laboral denomina amistosos, benévolos y de buena vecindad.

      La mano de obra de la andecha es reclutada atendiendo a lazos familiares, de amistad o vecindad, para hacer frente a los habituales trabajos del ciclo agrícola que resultan más acuciantes y a aquellas tareas que son particularmente gravosas para las familias del pueblo que atraviesan circunstancias especiales como viudedad, enfermedad o similares. La andecha también se convoca para ayudar en el acarreo de materiales en la construcción o reparación de un edificio.

      Desde el punto de vista jurídico, se puede definir la andecha como «la ayuda recíproca, voluntaria y gratuita que se prestan los vecinos de un pueblo o pueblos limítrofes para hacer frente a determinados trabajos que son acuciantes, resultan muy laboriosos o exceden las posibilidades de la familia campesina, a cuyo fin la casa beneficiaria convoca o «llama a andecha» a las casas vecinas para que envíen, según sus posibilidades, uno o más representantes».

      En Asturias esta figura también recibe los nombres de andeicha, andeilga, andelga, endecha, endeicha y obreiriza.

      Como ya hemos dicho líneas atrás, la andecha se ajusta al esquema de la reciprocidad equilibrada y sólo funciona en un contexto de igualdad socioeconómica.

      La casa beneficiaria de la andecha está obligada, en la medida de sus posibilidades, a devolver el favor a quienes la ayudaron, así como a ofrecerles desayuno, comida, merienda o cena, dependiendo del horario de las labores que se desarrollen.

      Tradicionalmente , la andecha estaba formada por una hilera de personas que debían seguir cierto orden en su avance, aunque, por rivalidad, alguna se apresurara para ser la primera en llegar al final de la heredad, una vez rematado el trabajo.

      Esta persona, al terminar, levantaba sus últimas espigas y gritaba, manifestando así, ostentosa, su triunfo, que en ocasiones se recompensaba con la cuayada –leche cuajada servida en hojas de higuera-, y que también se daba a los demás.

      Malhaya sea la cuayada

      que comen los coyedores,

      nin cantaron nin bailaron,

      nin llenaron los macones.

      Hoy en día, la andecha está en franca decadencia, conservándose sólo en un restringido ámbito familiar, aunque se pretende recuperar en algunas zonas de Asturias de cara, sobre todo, al cultivo de la escanda.

      En la actualidad, no obstante, se reivindica el espíritu cooperativo de la andecha como base esencial sobre la que se ha de levantar el campo asturiano: una andecha actualizada, con suficiente mecanización, que es lo que los modernos economistas denominan «agricultura de grupo».

      El rasgo juridificador de la andecha viene determinado porque ninguno de los participantes en la misma, excepto sus beneficiarios, adquiere derecho alguno sobre los productos del trabajo en común.

      Los beneficiarios de la andecha, en virtud del principio de reciprocidad, quedan obligados a devolver el favor cuando se les requiera para ello. En caso de no hacerlo, no reciben sanción jurídica, pero sí un reproche moral que implica su exclusión del circuito de la andecha.

 

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