En una librería del centro de Gijón un bestseller, concretamente Las cenizas de Ángela de Frank McCourt, estaba colocado en un atril como gran destacado. En el suelo se apilaban un montón de cuadernos en blanco esperando venderse fácilmente al comienzo del curso escolar.

El cuaderno que cerraba la pila miraba admirado, con sus ojos-grapas, al gran libro, premio Pulitzer.

– ¡Maestro! Yo quiero cubrir mis páginas con una historia de éxito como la suya, ¿qué he de hacer?

El libro lo miró desde los ojos del viejo irlandés Frank McCourt  que ilustraba una fotografía de la portada:

-       PRIMERO, amigo mío: debes permanecer abierto, siempre abierto – Dijo el maestro.

-       Por supuesto, ya estoy abierto. ¿Qué más? – Insistió el cuaderno sintiéndose aliviado por la facilidad del primer consejo.

-       SEGUNDO: vuelca tus ideas en tus páginas, suele ocurrir que las mejores novelas se quedan en la cabeza del autor y nunca son escritas, por miedo o por pereza.

-       De acuerdo, maestro, si no se escribe (si no se hace) no existe – Afirmó el pupilo creyendo que ni el miedo ni la pereza iban con él, quizá porque aún no los había experimentado o, aún, no había oído hablar de ellos.

-       TERCERO: deja que cualquiera que quiera escribir en ti cosas bonitas pueda hacerlo aunque no tengan aparente importancia para tu historia, agradécelas siempre.

-       Aceptar siempre lo bueno, perfecto – El cuaderno tomaba nota en su primera página con la seguridad de que eran normas muy obvias y sencillas de aplicar.

-       CUARTO, te prevengo de que existen temas obligatorios que toda novela de éxito tiene: la muerte, los arrepentimientos, los fracasos, la tristeza y los momentos de vacío. No permitas que estos temas te inviten a capítulos enteros en blanco.

-       Las mejores historias narran las remontadas de capítulos tristes ¿verdad maestro?

-       Cierto, chico, y las mejores historias son aquellas que motivan a otros a hacer más grandes sus propias novelas. QUINTO: escribe en ti para ti y lo que en ti escribas que sea inspirador para los demás.

Cuando el maestro acabó de hablar se enrolló su marcalibros de tela a modo de bufanda y se cerró en banda. El cuaderno, exultante, vio clarísimas las pautas a seguir para convertir sus páginas desnudas en una obra de culto. Sin embargo decidió cerrarse a descansar y empezar mañana sin saber muy bien por dónde empezar.

Por descontado, en ese momento el novicio incumplió las dos primeras leyes: estar siempre abierto y escribir-vivir sin atenazarse por la pereza ni el miedo. El maestro, ya dentro de sus tapas, dio por perdida aquella charla con el aprendiz: si incumple las dos primeras leyes el resto ni si quiera alcanzará a recordarlas, será un libro anodino.

¿Estás escribiendo tu vida o dejando pasar páginas en blanco con la temeraria relajación de pensar que el número de páginas es ilimitado?

Gracias y espero que disfrutéis con estas lecturas al menos la mitad que yo disfruto escribiéndolas.

Un fuerte abrazo!

José Ángel Caperán

Twitter @Jcaperan

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