Blues del verano

Blues del verano

De los estíos plácidos y felices de finales de siglo, plenos todos de la burguesía al uso de los tiempos de la bonanza, hemos devenido en esta presunta estación hacia ninguna parte. Si acaso hacia septiembre, el mes del IVA en el nuevo calendario rajobino, larga travesía por mucho que quiera disimularse con un agosto boyante-virtual merced a los números falsos de las estadísticas falsas del falso gobierno. Cuando entra la noche en las pocas terrazas de la ciudad interior, las calles asemejan una primavera calurosa, a la altura del mayo pasado, no a esos julios semicerrados de hasta hace poco, aquellos meses precursores de la soledad agosteña para los extintos ‘rodríguez’ y los trabajadores de los ramos veraniegos habituales. Locales que cierran por vacaciones de imprecisa fecha de reapertura, universitarios rezagados en los centros de estudios, convertidos en pabellones de la incertidumbre, y las ambulancias de la canción de Sabina con la sirena a media asta. Manguerazos por las zonas peatonales, salpicadas de turistas despistados, de tres en tres echando un vistazo a un plato del día de precio impronunciable. Sólo los autobuses que van a la costa recuerdan un poco a aquellos veranos de los arrabales del siglo. Son buenos tiempos para el enemigo.

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