Sisada consentida

Sisada consentida

Supongamos que Usted es uno de los empresarios donantes benefactores del PP: lo primero que desea es que quede explícita constancia de su donación en la cúpula del partido. ¡Estaría bueno, para eso lo hace, para que quede muy claro que ha donado y que lo ha hecho en esa cantidad! Exactamente esa, no la que quiera atribuirle un tesorero receptor de las dádivas empresariales para nada anónimas y caritativas, aunque pretendan hacernos creer que en ningún caso buscaban la obtención de obra pública o de cualquier otra concesión o sinecura.

 

Resulta impensable que, en este estadio, el tesorero arramplase cantidad alguna: es imposible que dijera que ha recibido 100 del empresario A si lo que recibió fueron 200, porque el benefactor habrá tenido buen cuidado de que la cantidad exactamente donada haya sido conocida por la cúpula del partido y, además, porque con una simple llamada al citado empresario para conocer en qué consistió su donación, el escamoteo sería descubierto. Por tanto, resulta difícil creer que la cúpula del PP no conociese las cantidades exactamente donadas por los filántropos empresarios. ¡Vamos, señores Arenas y Cascos, su memoria es igual de endeble que su desvergüenza y no menor que la de la señora Cospedal!  

 

Así, partimos de una cantidad cierta, existente en una contabilidad que ha de ser B, porque, a buen seguro, por su importe, y seguramente por su origen, consistía en sumas ilegales. De esa cuantía, el tesorero comienza a extraer cantidades con diverso destino, uno de los cuales parece que fue el de los bolsillos de muchos de los dirigentes conservadores en forma de sobresueldos, ¿las cantidades se entregaban sin el correspondiente “recibí”? Si así se hacía, siempre quedaría la sospecha de que el tesorero podría estar quedándose con cantidades, suposición que el propio Bárcenas no querría que pesara sobre él, por lo que, a buen seguro, cada cantidad que entregaba llevaría la firma del receptor.

 

Si no se hacía así, “entrega de dinero y recibí”, la sustracción del pagador estaba asegurada, cosa que también parece impensable, porque, a pesar de sus innumerables desatinos, no parece posible que los dirigentes del partido que gobierna este país fueran tan irresponsables.

 

Es decir, si el señor Bárcenas disponía en la caja B de ingentes cantidades de dinero procedente de caritativos empresarios y entregaba parte a los dirigentes del PP sin recibo alguno, tenía carta blanca para llevarse lo que quisiera, cosa que al más estulto de los seres humanos se le alcanza. Pero es que, además, podría atribuir a esos dirigentes cobros superiores de los realmente recibidos, algo que tampoco parece posible que estuvieran dispuestos a asumir. Asimismo, cualquier dirigente “sobrereceptor” podría en cualquier momento comprobar si las anotaciones de sus cobros en la contabilidad del tesorero se correspondían con lo que realmente le había entregado.

 

Esa millonada de euros acumulada por el señor Bárcenas, pudiera ser que lo fuera porque los dirigentes del PP le otorgaron “patente de corso” al no firmar los correspondientes “recibís” y no comprobar la contabilidad, aunque fuera rudimentaria y opaca, pero también puede ser que lo haya sido con su participación cómplice.

 

Si consintieron tal sisada, es que son muy, pero que muy insensatos, cosa absolutamente inimaginable. Esa “descomunal guita opaca al fisco” podría ser conocida y compartida,  ¿quizás por eso los mensajes de móvil del presidente Rajoy?

 

Los episodios amnésicos de que han hecho gala en sede judicial los ex secretarios generales del PP son de suficiente entidad como para producir su inmediata inhabilitación de por vida para gestionar cualquier cosa pública, con independencia de que el instructor considere que también abren las puertas a una imputación.

 

Mientras se pone en solfa la capacidad de aguante de los ciudadanos, que incomprensiblemente está siendo demasiado grande, está en juego la honorabilidad de estos desmemoriados. Aguardemos la respuesta del señor Bárcenas; la suerte está echada. Igual hasta se conoce algún día la verdad.

 

Imagen: ilustración satírica de Pawel Kuczynski 

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