Djerba, en Túnez, la isla que encantó a Ulises.

Djerba, en Túnez, la isla que encantó a Ulises.

Djerba, también conocida como Yerba, Jerba y Gelves, es la mayor isla del norte de África. Ubicada en el golfo de Gabés, y cerrando la entrada al golfo de Boughrara, en el sudeste de Túnez, tiene una superficie de 514 kilómetros cuadrados -25 kilómetros de largo por 20 de ancho- de los 125 son de costa, superando su población ligeramente los 90.000 habitantes.

Administrativamente pertenece a la gobernación de Medenine, dista 500 kilómetros de Túnez capital y cuenta con la declaración de Patrimonio de la Humanidad, por la Unesco, desde el 17 de febrero de 2012.

 

 

 

 

Su forma es la de un molar gigante con sus tres raíces, las penínsulas de Ajim, de Ras Terberlla y de Bine El Oudiane, que marcan los puntos más cercanos al continente, de los que está separada por los canales de Ajim y de El Kantara. Sin apenas relieve, su altitud media es de 20 metros, y su punto más alto está ubicado a 53 metros, en Dhahret Guellala, es muy regular por su topografía y estructura geológica, siendo sus costas de  trazado irregular.

 

 

 

 

 

Se encuentra comunicada con el continente, a través de trasbordadores, por sudoeste que salen desde Ajim. Y también por una carretera de 7 kilómetros de longitud, antigua calzada romana del siglo III a.C,  entre la ciudad de Zarzis –la antigua Gergis romana- y la localidad de El Kantara.

Por dicha carretera, también discurre la canalización de agua dulce, que suministra a gran parte de la población y de las infraestructuras turísticas, dada la escasa pluviometría de la isla, siendo el agua potable un bien escaso. Peculiaridad está muy presente en la arquitectura de la isla, en la que abunda las construcciones de aljibes, denominados feskia y majen, en función de sus formas, para la recogida del agua de lluvia, que se remontan a la época de los romanos.

 

 

 

 

 

Conocida desde la antigüedad por su excelente puerto natural en su parte sur, fue primero de los cartagineses, quienes construyeron fortificaciones defensivas y después de los romanos, para quienes la isla era una importante zona de comercio y de intercambio de mercancías entre África y Europa, levantando asentamientos y desarrollando la agricultura y el comercio portuario.  En el siglo VII, fue tomada por los vándalos, el imperio bizantino y los árabes; estuvo en poder del imperio español y del turco, siendo conquistada en el siglo XVIII por los tunecinos y pasando a estar bajo el protectorado francés desde 1881 hasta la independencia del país.

 

 

 

 

 

Isla cuyo pasado se pierde en la noche de los tiempos, mencionada en la Odisea, de Homero, cuenta con su propio mito. Este no es otro, que la isla de los lotófagos, encantó al legendario Ulises por su gran belleza y los “lotos” extraños frutos con sabor a miel, que hacía desaparecer cualquier deseo de marcharse de la misma.

 

 

 

 

 

 

 

Su población es mayoritariamente musulmana, con un censo que supera las 300 mezquitas, aunque con una alta presencia histórica de judíos, que se vio mermada drásticamente  a finales de las décadas de los 60 y 70 del siglo XX con la creación del estado de Israel, y la declaración de guerra de este a sus vecinos árabes. La población judía disminuyó drásticamente en el país, pasando de un censo estimado en 1945 de 145.000 a 23.000 en 1967, superando en poco más de 3.000 personas las residentes en Túnez en 2016, de las que la mitad aproximadamente habitan en la isla de Djerba.

 

 

 

 

Según la tradición los primeros judíos llegaron a Djerba en el siglo VI a.C, tras la destrucción del primer templo de Jerusalén y el asedio de Nabucodinosor II, y su dispersión por todo el Mediterráneo.

 

 

 

 

La comunidad judía, ultraortodoxa, se concentra principalmente en el centro de la isla, en pleno campo, en dos pueblos: Harah Sghira y Hara Kebira, distantes entre sí cinco kilómetros y que a primera vista no difieren de cualquier otro pueblo tunecino, con sus palmeras, casas encaladas y ventanas y puertas pintadas de añil, albergando ambos varias sinagogas.

 

 

 

 

A un kilómetro de la aldea de Harah Sghira, en la actualidad llamada Erriadh, se encuentra la principal seña de identidad judía en la isla y uno de sus reclamos turísticos,  la sinagoga La Ghriba, la más antigua de las existentes en África.

 

 

 

 

Su fama proviene de muchas tradiciones y creencias que hacen hincapié en su antigüedad, dado que su fundación –según la tradición local- fue realizada por los sacerdotes Cohen procedentes de Jerusalén en el año 586 a.C y por el hecho de que sus cimientos fueran realizados con piedras del Templo de Jerusalén, con la llegada y asentamiento de los primeros judíos a Túnez. Ella y una existente en Persia, serían las dos únicas sinagogas del mundo, con esa peculiaridad.

 

 

 

 

 

Sinagoga que es el objeto de una peregrinación anual, durante la fiesta judía de Lag Baomer, 33 días después de la Pascua judía,  que reúne a miles de peregrinos, judíos y no judíos, siendo una fiesta  compartida y celebrada por todos los vecinos de la población. Convivencia entre judíos y musulmanes que permite la organización de una de las mayores y más antiguas fiestas de peregrinaciones hebreas.

 

 

 

 

 

Su capital, ciudad más importante y núcleo comercial, es Houmt Souk. Ciudad con bellas casas encaladas, llena de historia, que cuenta con una medina de reputación, llamativas mezquitas, como la de los Turcos con su minarete de estilo otomano y la de los Extranjeros, y varios zocos especializados cada uno en su producto, auténticos mercadillos que son un auténtico reclamo para los turistas, y dónde aún persisten tradiciones pretéritas como la subasta de los pescados.

 

 

 

 

 

 

 

Una de las construcciones más típicas de la isla son los denominados fondouks o caravasar, abundantes en la ciudad. Edificaciones mixtas con uso de tienda, almacén y albergue para comerciantes nómadas, construidos en torno a un patio cuadrado con pozo de agua y habitaciones en su parte superior, que en las últimas décadas han sido reconvertidos a hoteles, con gran demanda por su singularidad.

 

 

 

 

 

En la zona del puerto, dominando toda la bahía, se encuentra otra de las referencias históricas de la isla, el castillo Borj el Kébir, también conocido como Borj Ghazi Mustpha y la fortaleza española. Construido sobre las ruinas de lo que fue una fortaleza romana en el siglo XIII por el almirante de Aragón y Sicilia, Roger Loria, fue fortificada en el siglo XV por el sultán Abu Faris Abd Al Aziz Mutawakkil, con modificaciones en el siglo XVI bajo el reinado del sultán otomano Suleiman I, el magnífico, realizándose una profunda restauración en el año 1968.

 

 

 

 

 

 

El fuerte estuvo en poder de los españoles hasta el año 1560, cuando fueron expulsados por el imperio otomano, con un ejército de 30 barcos y 30.000 hombres, tras una sangrienta batalla, con sitiado a la fortaleza y posterior rendición, con el pirata Dragut a la cabeza.

Los otomanos, cortaron las cabezas de todos los soldados españoles que cayeron en la batalla, construyendo una torre con más de cinco mil calaveras, conocida como “la torre de los cráneos” (Borj-er.Rous), a escasos metros de la fortaleza, y visible desde la parte superior de la fortaleza. Símbolo macabro de la ciudad durante más de trescientos años, y que fue derribada en 1848 por iniciativa del gobierno francés, quien erigió en su lugar un obelisco de nueve metros de alto, y siendo enterrados los huesos en el cementerio cristiano de la ciudad.

 

 

 

 

La otra referencia cultural de la ciudad es el “Museo de artes y tradiciones populares”, fundado en 1970 y que ocupa el espacio de la antigua zaouia de Sidi Zitouni, un santuario morisco del siglo XVIII, restaurada y que forma parte del conjunto museístico, en el que se recrea la arquitectura tradicional, y dónde se exponen diversas riquezas etnográficas y de los oficios de la isla y dónde se recrea talleres de alfarería y de joyería.

 

 

 

 

A escasa distancia de Houmt Souk, en el centro norte de la isla, se encuentra la pequeña localidad de Erriadh, que alberga un auténtico museo al aire libre situado en su centro urbano, el Djerbahood. El conocido como Street Art, es una extraordinaria apropiación de la arquitectura tradicional por parte de artistas grafiteros procedentes de diferentes puntos del mundo.

 

 

 

 

 

Entre las paredes de sus bellas casas tradicionales, con sus pequeñas cúpulas blancas y sus trabajadas puertas, habita un curioso mundo de fantasía y color, las diferentes interpretaciones de los jóvenes artistas.

 

 

 

 

 

Esta armoniosa mezcla de tradición y arte moderno, fue ejecutada en el verano de 2014 por iniciativa de la Galería Itinerrance, dirigida por Ben Cheik. Este colectivo de artistas nacido en el seno cultural alternativo del distrito trece de París, reunió en la pequeña localidad a 150 grafiteros llegados de de diferentes puntos del mundo, que tomaron la misma y dejaron cerca de tres centenares de obrar de arte.

 

 

 

 

Las propuestas artísticas reflejadas abarcan diferentes ámbitos y campos, y muchas de ellas se han adaptado a las condiciones que las viviendas y paredes ofrecían a los artistas.

 

 

 

 

En la costa meridional, en la parte más alta de la isla, a diez kilómetros de la capital, se encuentra la localidad de Guellala. Rodeada de palmeras y con un subsuelo de arcilla, la antigua Haribus –que significa jarro- debe su nombre a los excelentes alfareros locales, que desde hace miles de años ejercen con maestría su oficio, es el único lugar de la isla dónde aún se habla bereber.

 

 

 

 

 

 

Su importancia alfarera data de la antigüedad, y fue durante siglos el único productor de cerámica de Túnez. Hasta el siglo XIX la isla pagaba el impuesto a los beyes con jarrones y jarros, que luego se empleaban para almacenar alimentos. Las elaboraciones han cambiado a lo largo de los tiempos, y en la actualidad los más de 450 pequeños negocios de alfarería están centrados en la elaboración de piezas esmaltadas, muy demandadas por los turistas.

 

 

 

 

 

En la parte más alta de la localidad, al norte, en la carretera a Cedouikech, se ubica el “Museo de tradiciones populares de Guellala”, abierto al público en el año 2001, y que ocupa una superficie de más de cuatro mil metros cuadrados, albergando exposiciones, tienda, cafetería, restaurante y terraza con vistas panorámicas sobre la isla.

 

 

 

 

 

 

Su interior alberga diferentes pabellones independientes, en los que en cada uno se desarrollan un tema, albergan material expositivo sobre diferentes aspectos de la vida en la isla, y que permite descubrir sus riquezas folclóricas y etnográficas a través de figuras de cera a tamaño real, que recrean escenas de la vida tradicional.

 

 

 

 

El transitar por la isla, paradigma de belleza natural, permitirá el disfrute de un paisaje dibujado a lo largo de la historia, salpicado de menzeles –casas-, edificios aislados y dispersos donde viven los jerbatos, rodeados de tapias y con graneros, molinos y pozos en su interior. De formas cuadradas o rectangulares, no disponen de ventanas al exterior, sino que las tienen hacia el interior, y dónde conviven varias generaciones.

 

 

 

 

 

En la arquitectura de la isla predomina el color blanco para los muros y casa y el azul celeste, y en ocasiones el verde botella, para las puertas y ventanas. Estando prohibido la construcción de más de dos pisos por encima del nivel del terreno, lo que permite una armonía urbanística.

 

 

 

 

 

Sus muchos kilómetros de costa, permite el disfrute de espléndidas playas, en las que se compatibiliza el descanso con la práctica de deportes acuáticos, como el esquí o la pesca submarina.

 

 

 

 

 

El desarrollo del turismo en la década de los años 60 del siglo veinte, ha traído consigo importantes cambios urbanísticos, culturales y económicos en la isla. Con abandono de zonas rurales, construcciones hoteleras y de todo tipo en la zona costera, aparición de empresas de servicios y dedicadas al ocio, que han transformado no sólo su economía, sino también su paisaje y paisanaje.

 

 

 

 

En cuanto a la gastronomía yerbana, la misma tuvo su sustento histórico en el cultivo del trigo, la cebada y las lentejas, complementado con carne y pescado, predominando las secas entre las primeras y las frescas entre las segundas. Las cocciones al vapor son las más estiladas, utilizadas para la elaboración del cuscús, arroces, pescados y carnes. Y como en todo el país, una comida no es entendible, sin una buena dosis de dulces en su final.

Al ser una zona donde abundan los olivos, el aceite de oliva, del que Túnez es el mayor productor africano, está muy presente en muchos de sus platos, formando parte de su dieta alimenticia.

 

 

 

 

 

 

 

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